Milenio Puebla

No me interesan los juicios de la historia: Jazzamoart

- Xavier Quirarte/ México

Durante las sesiones del primer Festival Internacio­nal de Jazz de Ciudad de México, en 1992 en el Auditorio Nacional, el escenario contó con un biombo gigante pintado por Jazzamoart. Al contacto con los músicos que ahí se presentaba­n, Elfestínde losjazzero­s cobraba vida y se comunicaba con el público.

Tras 26 años y después de ser restaurado bajo la supervisió­n del autor, el biombo ha recobrado la majestuosi­dad de sus colores. Develado la noche del pasado miércoles, ahora en forma de mural, luce con vida nueva, afirma Jazzamoart en entrevista para MILENIO: “Se ve diferente al ser ubicado de manera totalmente lineal y no en posición de biombo, como estuvo en el festival”.

El artista declara que le sorprende “ver una obra realizada después de tanto tiempo. Este encuentro de tu pasado con el presente te permite comprobar tu necedad y tu verdad. Decir: esto soy yo y esto es lo que hago, más allá de las modas en el arte, de opiniones que van y vienen, de quienes dicen que la pintura ya murió... No hay que hacerse bolas: el arte es arte, desde las cuevas de Altamira hasta nuestros días”.

¿En qué músicos pensaba durante la realizació­n del mural? En nadie en específico, pero siempre están presentes los monstruos que me acompañan, tanto pintores como escritores, músicos... Entre los mexicanos que me formaron están Juan José Calatayud, Tino Contreras, Víctor Ruiz Pazos, Ray Negrete, ElKennedy Noriega... En fin, todos los músicos que fueron mis amigos, mis ídolos. Los dibujaba en los bares y aprendía mucho de ellos, me nutrían para mi trabajo. Luego tuve la oportunida­d de viajar y conocer músicos extranjero­s, pero desde que penetré en el jazz estaban los monstruos de todos los tiempos, encabezado­s por Charlie Parker, Miles Davis, Ornette Coleman, John Coltrane, etcétera.

¿Dónde pintó El festín de los jazz e ros? En un taller que tenía en la colonia Las Águilas, en San Bartolo Ameyalco. Es un taller que sigo soñando, porque era un gran espacio, donde teníamos no solo muchas opciones de trabajo, sino la oportunida­d de darle vuelo al futbol, otra de mis pasiones. Tenía una canchita donde jugábamos, toreábamos y hacía esculturas gigantes y cuadros de dimensione­s bastante respetable­s. Fue un momento histórico en mi vida y en la infancia de mis hijos porque la pasamos muy bien.

¿Qué le causó ver su obra en convivenci­a con los artistas? ¡Fue maravillos­o! Los primeros que tocaron fueron Al Di Meola y Branford Marsalis, fueron los padrinos. Luego vinieron Ray Charles y todos los demás. El biombo funcionó muy bien en este nuevo Auditorio, porque yo conocí el viejo, que era frío, austero, como un calabozo gigantesco y con un aroma como de arena de box. Me acuerdo de las Olimpiadas y de la Feria del Hogar, donde trabajé con mi papá, quien le hacía al diseño. Siempre he tenido una gran familiarid­ad con el recinto; puedo decir que he participad­o cuando menos en medio siglo de su existencia, desde ayudarle a mi papá a pintar con brocha gorda y clavar maderas, pasando por los festivales de jazz del viejo Auditorio, con Chilo Morán, Bill Evans y otros, hasta llegar a nuestros días.

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