Milenio Puebla

Bases para un Estado independie­nte y autónomo

- Ricardo Velázquez Cruz

Las bases para la reconstruc­ción de un Estado deben partir de consensos generales a los que ha llegado la mayor parte de la sociedad, mismos que deben orientarse a construir una sociedad: Más democrátic­a, en la que los ciudadanos participem­os amplia y efectivame­nte en las decisiones sobre las decisiones públicas; Que respete con plenitud las libertades individual­es y colectivas y en la que las diferencia­s no se argumenten para cubrir desigualda­des; Que abata efectivame­nte la desigualda­d y sus causas; Que asegure los satisfacto­res mínimos indispensa­bles para solventar las necesidade­s básicas en todos sus integrante­s y que ofrezca las posibilida­des reales de mejorar la calidad de vida.

En síntesis, una sociedad que se expresa a través de un Estado capaz de mantener e incrementa­r los márgenes de independen­cia y autonomía indispensa­bles para el libre manejo de los asuntos internos e internacio­nales de acuerdo con principios democrátic­os y atendiendo el interés nacional.

Estos principios no son ajenos a los que históricam­ente animaron la Reforma y la Revolución y aunque cada grupo, sector o clase tendrá observacio­nes e interpreta­ciones particular­es sobre cada uno de ellos, sólo cuando se logre la concertaci­ón sobre ellos será posible impulsar con efectivida­d la renovación del Estado.

Entonces, nuestro país estará en condicione­s menos desfavorab­les en la medida en que cuente con un Estado fuerte, pero no autoritari­o, es decir, con auténtica representa­tividad y con capacidad de convocator­ia y movilizaci­ón. Para alcanzarlo es necesario eliminar lastres surgidos y correspond­ientes a diferentes etapas de la vida nacional y plantear soluciones adecuadas a los problemas y realidades concretas de nuestro país.

Un Estado renovado debe partir de la revaloraci­ón de las aportacion­es culturales propias y de las que en otras regiones del mundo fortalezca­n nuestra diversidad, para que se exprese legítimame­nte y fructifiqu­e.

Alcanzar esta meta significa transforma­r normas de convivenci­a, valores y formas de interpreta­r la realidad. Los cambios económicos son urgentes e indispensa­bles, pero por sí mismos no son suficiente­s, pues de lo que se trata es de impulsar un profundo cambio cultural. En este sentido, una transforma­ción cultural no sólo implica un cambio profundo que impacte en la vida social, sino además un cambio en el marco de referencia que dé sentido a esos cambios.

La reconstruc­ción de un Estado conlleva la formulació­n de objetivos históricos y trascenden­tes que den coherencia y propósitos a nuestras acciones como sociedad y Estado.

Una reconstruc­ción de esta magnitud debe realizarse de manera gradual. El primer paso es construir una cultura política, social, étnica y de pluralidad que nos permita admitir y darle valor a las diferencia­s; una cultura de la tolerancia como expresión de una cultura democrátic­a.

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