Bases para un Estado independiente y autónomo
Las bases para la reconstrucción de un Estado deben partir de consensos generales a los que ha llegado la mayor parte de la sociedad, mismos que deben orientarse a construir una sociedad: Más democrática, en la que los ciudadanos participemos amplia y efectivamente en las decisiones sobre las decisiones públicas; Que respete con plenitud las libertades individuales y colectivas y en la que las diferencias no se argumenten para cubrir desigualdades; Que abata efectivamente la desigualdad y sus causas; Que asegure los satisfactores mínimos indispensables para solventar las necesidades básicas en todos sus integrantes y que ofrezca las posibilidades reales de mejorar la calidad de vida.
En síntesis, una sociedad que se expresa a través de un Estado capaz de mantener e incrementar los márgenes de independencia y autonomía indispensables para el libre manejo de los asuntos internos e internacionales de acuerdo con principios democráticos y atendiendo el interés nacional.
Estos principios no son ajenos a los que históricamente animaron la Reforma y la Revolución y aunque cada grupo, sector o clase tendrá observaciones e interpretaciones particulares sobre cada uno de ellos, sólo cuando se logre la concertación sobre ellos será posible impulsar con efectividad la renovación del Estado.
Entonces, nuestro país estará en condiciones menos desfavorables en la medida en que cuente con un Estado fuerte, pero no autoritario, es decir, con auténtica representatividad y con capacidad de convocatoria y movilización. Para alcanzarlo es necesario eliminar lastres surgidos y correspondientes a diferentes etapas de la vida nacional y plantear soluciones adecuadas a los problemas y realidades concretas de nuestro país.
Un Estado renovado debe partir de la revaloración de las aportaciones culturales propias y de las que en otras regiones del mundo fortalezcan nuestra diversidad, para que se exprese legítimamente y fructifique.
Alcanzar esta meta significa transformar normas de convivencia, valores y formas de interpretar la realidad. Los cambios económicos son urgentes e indispensables, pero por sí mismos no son suficientes, pues de lo que se trata es de impulsar un profundo cambio cultural. En este sentido, una transformación cultural no sólo implica un cambio profundo que impacte en la vida social, sino además un cambio en el marco de referencia que dé sentido a esos cambios.
La reconstrucción de un Estado conlleva la formulación de objetivos históricos y trascendentes que den coherencia y propósitos a nuestras acciones como sociedad y Estado.
Una reconstrucción de esta magnitud debe realizarse de manera gradual. El primer paso es construir una cultura política, social, étnica y de pluralidad que nos permita admitir y darle valor a las diferencias; una cultura de la tolerancia como expresión de una cultura democrática.