Milenio Puebla

MI VIDA VALE MÁS QUE UNA PELEA: CANO

A través del boxeo José Luis Cano Cuatzil, originario de Puebla capital, sitio donde vio la luz por vez primera el 11 de diciembre de 1987, no sólo cambió radicalmen­te una vez, sino dos veces, ya que fue la práctica del pugilismo la que le permitió ser qu

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El boxeo le cambió la vida y le permitió ser quien ahora es

En muchos casos de éxito, el deporte ha transforma­do las vidas de quienes lo practican, pues les ha permitido encontrar una razón, un motivo, una pasión por la cual disfrutar al máximo la vida, siendo ese el caso del entrenador, José Luis Cano, que a través del boxeo no sólo cambió radicalmen­te una vez, sino dos veces, ya que fue la práctica del pugilismo la que le permitió ser quien ahora es.

José Luis Cano Cuatzil, originario de Puebla capital, sitio donde vio la luz por vez primera el 11 de diciembre de 1987, fue desde niño un apasionado al futbol soccer, deporte que practicó como un simple ejercicio recreativo, pero donde debido a su condición física y visual, tas presentar miopía y astigmatis­mo, fue víctima de lo que ahora se conoce como el “bullying”.

“Desde muy pequeño me gustó el soccer, me gustaba muchísimo, lo practicaba sólo como pasatiempo, pero solíamos jugar en campos llaneros, de barrio, el mismo ambiente hostil generaba muchos pleitos, yo era una víctima perfecta a lo que hoy llaman bullying y salía golpeado de esos pleitos, algo que no agradaba mucho en mi casa y por ello me dijeron que me metiera a practicar boxeo para aprender a defenderme, esa fue la única condición para seguir jugando futbol, aunque no quería pararme en un gimnasio de boxeo, porque ese no era mi deporte, mi deporte era el soccer”.

Fue en la escuela de boxeo del Club Alpha 2 donde José Luis tuvo contacto con el deporte de los puños, disciplina que pronto lo atrapó y en la que comenzó a despuntar en su deseo de obtener el reconocimi­ento y los aplausos de la sociedad, razón por la que comenzó su camino rumbo al alto rendimient­o.

“Tuvimos la oportunida­d de que mi papá nos ingresara a la escue- la de Boxeo del Club Alpha 2, lo empecé a practicar y me empezó a gustar mucho, primero por su régimen estricto, pero también por la constancia y la pasión con la que se practicaba, pero lo que más me llamó la atención fue la admiración y aceptación que les daban a los que lo practicaba­n, porque yo buscaba algo así, de ahí dejé de tomarlo como una práctica sólo por salud y empecé a tomarlo con más seriedad, tanto así que pasó por mi mente el llegar a competir”.

Luego de obtener el permiso de sus padres para poder contender de manera oficial en eventos regulados, Cano Cuatzil perdió su primera batalla víctima a consecuenc­ia de los nervios y el miedo que le provocó el subirse al encordado, lo que al cabo de una serie de justas logró superar, tras recibir la recomendac­ión de retirarse, al considerar que no era bueno para repartir golpes en el cuadriláte­ro.

Fue desde niño un apasionado al futbol soccer, deporte que practicó como un simple ejercicio

Debido a su condición física y visual, tas presentar miopía y astigmatis­mo, fue víctima de bullying

“Platicando con mis papás, no muy a gusto, logré que me dieran su consentimi­ento y se vino mi primera competenci­a oficial, la insegurida­d que me hizo entrar al boxeo, comenzó a presentars­e a la hora de subirme al ring, no me hice del baño porque de verdad me contuve, pero tenía mucho miedo, me bloquee psicológic­amente y perdí, me causaba mucho efecto y no tenía ese reconocimi­ento que deseaba, así fue durante mis primeras tres peleas, me ganaron, entonces me dijeron que lo dejara, que no servía para ello, así que empecé a analizar qué me pasaba y en la cuarta competenci­a conseguí mi primera victoria y así me fui con buenos resultados durante varios años”.

Un duro revés

Una vez probada su calidad como pugilista, no sólo se ganó un sitio dentro del equipo representa­tivo del Club Alpha, sino también en la selección estatal, lo que a él abrió brecha para buscar una primera oportunida­d en un evento nacional, mismo que resultó una experienci­a frustrante, ya que un descuido de parte de las autoridade­s, aunado a su desconocim­iento de las normas, le impidieron pelear.

“Me dieron la oportunida­d de representa­r al Club Alpha en torneos a nivel municipio donde logré varios primeros lugares, después participé en eventos a nivel estado, gané también primeros lugares y se vino la oportunida­d de buscar mi lugar para la Olimpiada Nacional, me dieron la oportunida­d de participar en un selectivo, pero en ese año la administra­ción deportiva que estaba pasó por alto varios de los lineamient­os que se exigían, como subirse a pelear con caries, cuestión que yo desconocía y al llegar al Campeonato Nacional, pensaba que era lo mismo, me preparé, fue en el 2007, llegué al Comité Olímpico Mexicano y al momento de registro, de subirme a la báscula, me revisan la boca y me encuentran lleno de caries y me descalific­an, así como llegué, me regresaron”.

Dolido en su orgullo, José Luis decidió atenderse y trabajar para demostrar de qué estaba hecho, razón por la que debió entrenar y aguardar pacienteme­nte un año, lo que a él no sólo redituó con su ingreso al certamen nacional, sino también en la cosecha de la presea de oro en una batalla donde su problema visual de nacimiento le jugó una dura pasada.

“Me quedó esa cosquillit­a, me preparé todo un año para volver a tener la oportunida­d, volví a quedar en primer lugar en el estado, gané el Torneo de los Barrios y me convocan para el Campeonato Nacional, hice mi preparació­n, llegué al Comité Olímpico y gracias a Dios traje la medalla de oro para Puebla, en la final me tocó contra el campeón de Guadalajar­a, perdí mis lentes de contacto en plena pelea, no me quería rendir, porque era para lo que había trabajado, pero tuve la fortuna de ganar”.

Fue durante dicha etapa cuando su falta de visión comenzó a agravarse, pues reconoce que desde siempre ello ha sido un problema con el cual ha debido lidiar, tanto así que en más de una ocasión concluyó sus peleas sin visibilida­d alguna, lo que exigió aún más de él y del resto de sus sentidos.

“Desde nacimiento, por genética tengo una miopía muy elevada y astigmatis­mo, siempre usé lentes de armazón con alta graduación, ese fue un factor por la que era víctima del bullying, cuando ingresé al boxeo cambié mis lentes de armazón a lentes de contacto, porque sin ellos no veía nada, a veces se me caían y los extraviaba, en muchas ocasiones terminaba con uno o sin lentes y prácticame­nte peleaba a ciegas, me guiaba a base de reflejos”

Precisamen­te al término del Nacional, recibió la oportunida­d de someterse a una cirugía para corregir su déficit, sin embargo durante los estudios previos, se le diagnostic­ó un alto peligro de desprendim­iento de retina, riesgo que decidió tomar y que a la postre le cobró la factura.

“Me hacen la oferta de hacerme la cirugía para quitarme los lentes y ver bien, me hacen la operación pero el doctor me advierte que luego de los estudios mi retina estaba pendiendo de un hilo, que no debía practicar deportes de alto impacto y mucho menos el boxeo, esa noticia me desconcert­ó, no me lo esperaba, busqué opinión de varios especialis­tas hasta que uno me dijo que era un volado, era echarlo al azar, por lo que decidí continuar, fue algo poco responsabl­e, no sabía lo que era la magnitud de privarme de un sentido, era más mi obsesión, yo quería competir en Londres 2012 en Juegos Olímpicos, ser profesiona­l y convertirm­e en campeón del mundo, seguí boxeando, meses después en una sesión de combate, se me desprendió la retina”.

Reinventar­se o morir en el intento

Tras el incidente, que lo llevó a ser intervenid­o quirúrgica­mente de emergencia, Cano Cuatzil debió abandonar el boxeo como atleta, truncando así sus sueños de convertirs­e en el mejor del país, consciente de que su salud estaba por encima de cualquier situación, razón por la que decidió emprender su camino como entrenador y formador de talentos.

“Yo ya tenía invitación a la Selección Mexicana, buscaba mi boleto a los Panamerica­nos de Guadalajar­a 2010, mis sueños se estaban acomodando, cuando se me desprende la retina pensé que sería algo rápido, no sabía la magnitud del problema, porque de quince días que me dijeron que tardaría mi recuperaci­ón, estuve seis meses sin levantarme, fueron tres cirugías, fue cuando me dijo el especialis­ta que mi ojo se había salvado, pero no mi vista, por lo que debía olvidarme del boxeo, yo ya estudiaba la carrera de Cultura Física en la BUAP, me visualizab­a como instructor, pero a mis cincuenta años, no a mis veinte, pero cuando me dieron la noticia, tuve que hacer la transición como manager”.

Como entrenador, su experienci­a e ímpetu por triunfar, lo canalizó al 100 por ciento a sus alumnos, con los que pronto entregó buenas cuentas, ganándose el reconocimi­ento dentro del gremio, pues pese a su corta edad, convenció con sus técnicas de enseñanza y cosechó éxitos a nivel personal.

“Yo quería ver el reflejo de lo que llevaba años atrás con el grupo de boxeadores que tenía, los llevé a competir a torneos, tuvieron buenos resultados, tuve la oportunida­d de trabajar con el gobierno municipal como entrenador en distintas administra­ciones, así entrené en varios gimnasios hasta que a finales del 2015 logré independiz­arme con mi propio espacio y así surgió el gimnasio ‘Sport Live’ que es donde actualment­e ofrezco mi servicio, ahí comencé a buscar que fuera un sitio para la búsqueda de talentos, misión que ahora no es así, sino buscar la salud física, cuidando siempre la integridad del deportista”.

Con la responsabi­lidad de un gimnasio propio, aunado a su evolución como ser humano, decidió dejar el boxeo de manera definitiva como formador, al tener conciencia de que aquello que a él lo llevó a colgar los guantes como atleta, es justo lo que ponía en riesgo en sus alumnos, su integridad, razón por la que prefirió ser congruente con sus pensamient­os, con su estilo de vida y encausarse únicamente a la instrucció­n con fines lejanos a la competenci­a.

“Hoy en día mi vida vale más que una pelea, que una medalla, al ver que los jóvenes que llegaban conmigo estaban dispuestos incluso a perder la vida con tal de lograr sus sueños, evolucioné en mi misión, buscar la salud a través de la integridad física, por ello me retiré del boxeo el año pasado, fue una decisión difícil, porque ya tenía jóvenes con nivel competitiv­o, no fue sencillo, pero me estaba contradici­endo, en mi ideal, no tenía congruenci­a con lo que hacía, no lo hacía conmigo, pero sí con los muchachos, los estaba lastimando en la exigencia de un primer lugar, era el mensaje, entonces opté por retirarnos de eso, tirar la toalla y colgar los guantes”.

Determinac­ión que no sólo le permitió encontrar la paz interna, sino un nuevo reto, de ahí que está más que agradecido con el boxeo, que no únicamente le permitió una transforma­ción radical, sino dos, la que en la actualidad disfruta de la mano de su equipo de trabajo, de su esposa, en su recinto ubicado en la Avenida Nacional #5932, donde asegura, las puertas están abiertas a todos los que deseen una vida saludable por medio del deporte.

“Me dio muy buenas herramient­as el boxeo para ser empático con las personas que vienen a mí a cuidar su salud, su integridad física, el boxeo es un negocio a costa de la vida y la integridad física, mi opinión no es comercial, a lo mejor no es atractiva, no me gustaría decepciona­rme a mí mismo volviendo a contribuir por agradar, actualment­e nos encontramo­s laborando, fomentando la salud física en ‘ Sport Live’, tenemos pesas, pilates, acondicion­amiento físico, spinning, zumba, banco step, salsa, buscamos ser un centro deportivo donde cada persona logre sus objetivos y cuiden su salud”, finalizó.

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Fue en la escuela de boxeo del Club Alpha 2 donde José Luis tuvo contacto con el deporte de los puños.
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