Milenio Puebla

- Jairo Calixto Albarrán jairo.calixto@milenio.com www.twitter.com/jairocalix­to

or modestia no lo va a reconocer en público, pero estoy seguro de que fue el mismísimo Damián Zepeda, el único político que después de una paliza electoral se autopropus­o para autoprocla­marse el rey del PAN (estoy seguro que también quiso aparecer en los billetes de 500 varos junto a Thalía haciendo el tikitiki, pero luego ya le pareció un exceso), quien en un acto propedéuti­co asesoró al marido de Anahí para que inspirara al Congreso chiapaneco tan luchón y tan crítico para que modificara algunas leyes de tal modo que pudiera dejar el gobierno estatal y registrars­e como senador y, ya cómodament­e instalado en su curul, pudiera más tarde regresar a acabar con lo que quede de Chiapas hasta el último minuto de su feliz mandato donde con todo rigor y puntualida­d abatió la pobreza (me cuentan que aquellas geografías semejan a Suiza en sus días soleados), entre otras maravillas.

A don Manolito nada más le faltó gritar a los cuatro vientos en un homenaje a Napito Gómez Urrutia algo así como “¡Voy a luchar contra la corrupción!”, lo cual suena a reguetón y se baila con perreo.

E hizo bien. Sobre todo ahora que el Partido Verde Ecologista de México, que no es ni lo uno ni lo otro ni lo de más allá, ha declarado a través de su presidente, el enjundioso pero meloso Arturo Escobar, que se independiz­an del PRI. Cualquiera diría que cuando las ratas vieron al PRItánic chocar con el iceberg electoral y con la certeza de que no va a resucitar mejor saltan del barco, pero no. Dudo que sea eso, los ecolocos nunca han sido convenenci­eros ni oportunist­as, sino que más bien se dieron cuenta de que ya están lo suficiente­mente grandecito­s para medrar por sus propios medios. Que ya han madurado y que en el contexto del espíritu del Nini Verde podrán ser arquitecto­s de su propio destino incierto.

Están como Agustín Basave que luego de haber estado varios años en el PRD, incluso al grado de presidirlo, al fin se da cuenta de que no tiene remedio y se va sin agradecerl­e a LosChuchos por hacer todo lo posible por dinamitarl­o.

Como quiera que sea, lo de Manuel Velasco te devuelve la fe en la humanidad, sobre todo porque refuerza el espíritu de la Loca

academiade­Javidús, demostrand­o que está en sintonía con la Pavlovich y Yunes en el afán de gobernar amparados como dictan los cánones del inolvidabl­e Gonzalo N. Santos, para quien la moral era un árbol que da moras.

No vaya a ser que nos pase lo que a Basave en el PRD y digamos, como él, que perdimos toda esperanza en una redención.

¡Chiapanicé­monos!

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