Y cincuenta años de Canoa
E n septiembre próximo ya (cuánto insisto y ocupo mi pensamiento con el recorrido del tiempo) estaremos hablando de los cincuenta años de los sucesos de Canoa, conocidos “por lo menos en la historia contemporánea” como una previa manifestación de la violencia inexplicable del estado mexicano contra todo aquello que les pareciera o sonara a escándalo y atentado a las garantías individuales.
Resumo: un grupo de jóvenes universitarios se dirigían a escalar La Malinche aprovechando el patriótico puente de septiembre. Una fuerte lluvia los detuvo y no tuvieron manera de regresarse a la ciudad, así que buscaron refugio en una humilde casa que ahora ya ni debe existir.
El párroco azuzó a los habitantes del lugar diciéndoles que habían llegado los comunistas a robarse a su virgen patrona. Los altavoces y las campanas de la iglesia llamaban a defender a los santos y a los niños de esos “comunistas que habían llegado con una propaganda subversiva”.
El resultado: el linchamiento contra ellos y los dueños de la casa del que sólo sobrevivieron pocos. Me entero que el único sobreviviente también ha muerto no hace mucho.
Recuérdese que en México y en el mundo se daba una gran agitación de los jóvenes que buscaban otras expectativas de vida.
Es como lo decía Keith Richards (Cfr. Alejandro Toledo) Hubo “a todos los niveles”una explosión: una especie de invasión de jóvenes que buscaban un escape. Lo tuvieron en la música (el agregado es mío) y en la política pero México estaba siendo gobernado y conducido, nadie lo niega hoy, por un GDO lleno de paranoia que pensaba que cualquier movimiento que girara mínimamente a izquierda o derecha, sería un intento para desestabilizar su mandato y sobre todo la realización de la olimpiada.
Luego de Canoa vendrían los consabidos hechos de la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre.
Encontré en una hemeroteca una gran cantidad de testimonios sobre el tema y los contrasté con las versiones oficiales. El espacio no me dejará ahondar en esto pero me he detenido a revistar “Canoa, Memoria de un hecho vergonzoso” de Tomás Pérez Turrent, guión editado por la Universidad Autónoma de Puebla en 1984, a pesar de que la cinta se había filmado en Santa Rita Tlahuapan antes, en 1975.
Pérez Turrent realizó una investigación de campo.
Contaba, a manera anecdótica el divertido y ameno Manolo, hermano de periodista Alberto Domingo, que precisamente el cineasta lo buscó hasta encontrarlo en una pequeña cantina del Centro Histórico para preguntarle su versión de los hechos. La respuesta la da el mismo Pérez Turrent en el prólogo del guión “¿Y cómo voy a contarte lo que no debo si no sé si eres de la CIA?”
Tanto el guión como la película, salvo una que otra contradicción que hicieron notar en su momento los protagonistas históricos sobrevivientes, se apega a “lo que se supo”. Lo demás nunca lo sabremos. Lo único es que el párroco murió en una alejada comunidad, protegido y en la impunidad; lo cierto es que mucho de lo que aconteció aquel día del 14 de septiembre de 1968 en San Miguel Canoa, ha quedado 50 años en los archivos ocultos y enlodados.