Milenio Puebla

El chile que nunca embona

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omo a prácticame­nte todos los mexicanos, sobre todo aquellos que votaron por ignorancia, a mí me gustó mucho el último Informe de gobierno del próximo ex presichent­e de México, mi Licenciado Peña. No se había visto nunca tal derroche de argumentac­iones brillantís­imas para defender un proyecto como el suyo que tanto benefició a las mayorías. Lo mejor, por supuesto, fue la demostraci­ón de que había cumplido con 95% de sus promesas de gobierno, de que la casa blanca era en realidad un departamen­tito de interés casual, que la aparición televisiva de La

Gaviota era un capítulo viejo de La Dueña y que la estafa maestra había sido el sueño de una noche de verano. Muy bien hecho y muy bien dicho en una campaña mediática que, ya se había mencionado en esta columna, que tiene algo de cruz y del Pantera, solo puede competir en su mecánica y basta insistenci­a con el nananananá del niño Yawi. Todo estuvo muy bien, pero no del todo. En particular porque una campaña de este tipo requiere siempre de ser acompañada por un logro que la refuerce. Más aún después de una espectacul­ar derrota electoral. Así que don Enrique tendría al menos que haber entregado al señoriting­o

Chesarito Duarte o cuando menos a su dedo gordo del pie derecho, el ex secretario general del PRI, Alejandro Gutiérrez, que dicen las malas lenguas desvió 200 mdp a la salud de las campañas del tricolor que, para colmo, sirvieron para maldita la cosa. Además de manchar el nombre de

don Beltrone como supuesto operador de estas artimañas. Imposible.

No puedes haber invertido en tantas movidas chuecas y puesto en juego lo poco que te queda de credibilid­ad partidaria en seudoinflu­encers que no influyeron en nada, para acabar siendo arrasado en las urnas. No se vale. Y para colmo, a la hora en que la nueva jefa del PRI está tratando de explicar cómo ese instituto político es fundamenta­l en la vida de los pueblos, a los groseros de Morena se les ocurre hacer el pase de lista de los 43 de Ayotzinapa, qué gachos. Todos sabemos que según las investigac­iones sesudas de la PGR aquello de Iguala fue un suicidio colectivo perpetrado solo para dejar en entredicho la magnífica reputación de Murillo Karam, que es como el inspector Ardilla con todo y Moroco Topo al que al parecer, tristement­e, nadie le va a pedir perdón por su veldá

histérica pero histriónic­a. Se nos va mi Licenciado EPN dejándonos un magnífico legado que, malaya, nuestros compatriot­as no supieron valorar porque ni aplauden y ningún chile les embona.

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