Lo que el nuevo gobierno debe aprender del de Peña Nieto
Hace seis años, Enrique Peña Nieto tuvo la habilidad de convocar a los partidos opositores, proponerles una agenda de reformas, negociar quiénes iban con cuáles y en dos años aprobarlas.
Son las que él llama reformas estructurales y de las que, dice, son su orgullo del sexenio. Al final de ese proceso, Time puso en su portada “Saving Mexico”, los niveles de aprobación no estaban ni por mucho donde están hoy.
Y sí, es cierto, Ayotzinapa y la casa blanca son puntos de inflexión, pero no son suficientes para explicar el abismo.
Basta ver al ex jefe de Gobierno del DF que llegó con más de 60 por ciento del voto y pasó... pues lo que pasó.
Las redes sociales se han regodeado con un par de comparaciones: Muñoz Ledo poniendo la banda a López Portillo como se la pondrá a López Obrador; y después del entusiasmo de la bancada de Morena con AMLO el día primero, con el entusiasmo de la bancada priista el día de la toma de posesión de Peña Nieto.
Que de algo sirva la maldad de las redes: la realidad del país en el que vivo es muy necia.
Nada mal con el entusiasmo, pero no sé si el desbordado, como el de Mario Delgado el sábado: “O estamos en la noche de los cínicos o hay partidos que no entendieron el mensaje. Se necesita poca vergüenza para decir aquí que por décadas han servido al país cuando se han servido del país y lo han saqueado. Entregan un país en ruinas”, dijo. “La gente se cansó de la violencia, de las extorsiones y del dolor de las familias de desaparecidos. Es una crisis de derechos humanos sin precedente. Justicia, justicia, justicia, un clamor recorre todo el país”.
Si algo nos ha enseñado el país, sus muchos lustros de deterioro, y ahora sus muchos años de enojo, es que nunca hay que cantar victoria.
En 2012, en la entrevista que mencioné ayer, Peña Nieto, que se sabía arriba en las encuestas, me dijo:
—Yo soy el beneficiario de ese desencanto. Ese desencanto, por el número de pobres, la falta de empleo, la violencia, ha hecho a la gente que busque nuevas opciones y nosotros hemos capitalizado. Pero nuestra posición tiene que ver con ese desencanto, y si la gente nos prefiere es porque sabe que hacemos la tarea.
Esa declaración la podrían firmar hoy todos los del próximo gobierno.
Aguas con el entusiasmo desbordado. Un poquito de humildad, pues, esto apenas comienza.