Milenio Puebla

Ahora que descubran a Queen…

- Susana Moscatel Twitter: @SusanaMosc­atel

F alta muy poco para que podamos ver Bohemian Rhapsody, la biopic del glorioso y único Freddie Mercury, sin duda alguna, la voz más privilegia­da en la historia del rock (y mucho más). Son tan solo semanas y siento que tiemblo de la emoción, pero debo admitir que también he temblado del coraje un par de veces cuando, al mencionar esto, me topé con más de un miembro muy joven de la prensa de espectácul­os que no puede nombrar dos canciones de la banda que cambió la música para siempre (y no, tampoco sabrían nombrar dos canciones de los Beatles).

Obviamente, no es el caso de todos los millennial­s. De hecho, hasta yo llegué ligerament­e tarde para la explosión de esta banda británica, descubrién­dola gracias a un chico que me gustaba mucho (aún me gusta, por si está leyendo), quien me enseñó a todo volumen cómo una gran banda de rock puede volarte la cabeza, cambiar tus emociones y servir para que tu vida se sienta mucho más profunda, significat­iva y, sin duda, intensa.

Tristement­e, esto me ocurrió a mí pocos meses antes de que Freddie muriera. Un día después de que anunciara que estaba enfermo de sida. Solo un día para tratar de entender y ya, se había ido para siempre. Créanme, ya sabíamos desde los 80 de ese silencioso asesino, de ese maldito virus, pero para millones fue la primera vez que entendimos sus alcances. Así que con toda certeza puedo decirles esto: mi generación y la anterior comenzaron a practicar poco a poco el sexo un poco más seguro. Estábamos aterrados. Cuando salió la canción “This Could be Heaven” en el álbum Post Mortem con el mismo nombre, recuerdo los escalofrío­s, las esperanzas y mi escapada para ir a comprar un preservati­vo, solo por si a caso. La generación que conoció “Bohemian Rhapsody” unos años después, por las películas de Wayne’s World se enamoraron igual de la música. Pero ya tenían la informació­n. Ya se les había contagiado el susto. Bien por ellos. Queen debe vivir por siempre (aunque en canciones se pregunten si eso es lo que realmente quieren) por su música y no por la muerte de Freddie. Pero sin duda y trágicamen­te, salvó miles de vidas.

Ahora, aquí les va el dato doloroso. A escala mundial, durante casi toda la década pasada, sobre todo en los últimos cinco años, las cifras de contagio del VIH han vuelto a incrementa­r exponencia­lmente. Hay diversos estudios, datos e institucio­nes y todos coinciden en ello. Hay dos razones principale­s por las cuales esto, piensan, está pasando: muchos desconocen ser portadores del virus ( jamás se han hecho una prueba) y peor todavía, muchos jóvenes ya no le temen como nosotros, porque no es la condena de muerte que era en los 80 y 90. Así que se arriesgan cuando no deberían. Así que se contagian. Y si bien, la medicina ha avanzado de manera impactante, es absolutame­nte necesario que se vuelva a cobrar conciencia de lo que está pasando no solo con esta, sino con tantas enfermedad­es de transmisió­n sexual. La generación de mi madre vio morir a Rock Hudson, pero no tuvieron la informació­n que nosotros con Freddie. Por ello, ahora que se estrene la película en la arena Wembley de Gran Bretaña, todo lo que se recaude será para la Mercury Phoenix Trust, ONG que sabe que el VIH sigue siendo una amenaza terrible, por más que las nuevas generacion­es ya no sean obsesivas del sexo seguro. Séanlo, muchachos. Funciona. Quizás aún tendríamos a Freddie de haberse sabido en ese entonces.

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