El origen de los tráileres juntacadáveres
La trama de los dos tráileres con 322 cuerpos que recorre a paso fantasmal caminos de Jalisco con su carga de tinieblas ha dado espacio a un litigio político entre autoridades de aquel estado, a un escándalo internacional y a una extraña lectura, la más sin competencia, del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, quien ve en la raíz de este episodio criminal el fraude electoral de 2006.
Hay que reconocer con no poco azoro que la recurrente acusación aplicada ahora a tan distante suceso tiene su originalidad. Cuando el fin de semana pasado comenzó a despuntar la especie de la acumulación de cuerpos en una caja de tráiler, aparecían en la mente del fusilero imágenes como Lanave
de los locos, de El Bosco, esa obra mayor del flamenco en la que ilustra excesos que
conducen a la muerte allá por el año 1500.
También recordaba aquellos primeros capítulos del primer tomo de Historia de
la locura en la época clásica, de Michel Foucault, en la que el filósofo francés se refiere a esos “insensatos” que navegaban por los mares europeos, aunque la alegoría no deja de ser débil frente a la tragedia jalisciense, en la que cabe más una extensión hacia dos barcos fantasma o un tren de la muerte.
Un tren como aquel del que bajó Larsen, mejor conocido como Juntacadáveres en la pluma del gran Juan Carlos Onetti, con sus tres experimentadas prostitutas que van a exhibir los extremos de una sociedad conservadora en el discurso y ahíta de excesos en todas direcciones. Pero no, tampoco esta novela, pese al peculiar título, se acerca un poco a la tenebrosa realidad de los tráileres recorriendo sus rutas circulares.
Así que impuesta la realidad, el vínculo no podía ser otro que mexicano: el tiradero de cadáveres en San Fernando, Tamaulipas, o la multiplicación de fosas clandestinas en varios municipios de Veracruz, o los cientos de cuerpos disueltos en ácido por un pozolero a las órdenes de los matones de los hermanos Arellano Félix en Tijuana.
Halladas, pues, las líneas de asociación, sea con títulos de obras de arte y filosóficas o con los criminales antecedentes que la violencia imperante ordena, lo más delirante y original fue encontrarse en las palabras del Presidente electo el origen de la crisis de los tráileres de la muerte: el fraude electoral de 2006.