La ineptocracia republicana
T odo país, en “bancarrota” o bonanza, tiene el deber ético y político de aprovechar responsablemente sus recursos, entendidos en su sentido más amplio, no solo por sus finanzas públicas y capitales privados.
Su mayor riqueza son los seres humanos que lo conforman. Por eso la importancia que las instituciones intermedias (escuelas, iglesias, empresas, sindicatos, partidos políticos, ONG, etcétera) y los gobiernos eduquen, protejan y abran caminos a los gobernados, para lograr su sana convivencia y su realización integral.
De ello se sigue, axiomáticamente, que todos debemos apoyar, decididamente, los propósitos del nuevo gobierno y del naciente Congreso federal para lograr una auténtica “austeridadrepublicana”, que incluya a los demás poderes federales y locales, y a los órganos autónomos, sin violar el marco jurídico ni los derechos humanos.
Pero ese apoyo debe ir acompañado de la crítica ante torceduras y pavadas que, por desgracia, ya comenzaron. SÍ, apoyo contra opacidad, dispendio y saqueo. NO, para aplaudir las horas presidenciales perdidas en aeropuertos ni las tramposas “consultas populares”. NO, para quedar embelesados porque el próximo presidente dormirá en Palacio Nacional sobre un catre y descansará en una hamaca colgada de dos alcayatas. Será mayor su austeridad si duerme en un petate. NO, enternecernos ante legisladores que, como escolapios menesterosos, comen de unas cajitas, en sus escaños y curules, plátanos y cacahuates. Eso no es “austeridad republicana”, sino demagogia chabacana. Ningún parlamento en la Tierra se define con esas babosadas. Pero hay algo importante que puede producir resultados desastrosos no deseados: las reducciones caprichosas en sueldos y prestaciones a funcionarios y burócratas en general. ¡Cuidado! Se anuncian personas valiosas para algunos cargos, otras designaciones son nefastas. Ojalá no prevalezca la INEPTOCRACIA REPUBLICANA, o sea, la llegada masiva de ineptos a las áreas de alta responsabilidad, que requieren talentos, conocimientos y experiencias superiores.
Constantemente se habla de los que huyen por el hambre y la violencia que padecen aquí, en su camino y en su destino, pero poco se dice de los miles de talentos —principalmente jóvenes— que se van de México, y de funcionarios honestos y experimentados que están renunciando por la mala paga fijada por la “cuarta transformación”.
Destruir la riqueza humana de la burocracia implicaría saturarla de ineptos, con salarios insuficientes… que ni soñaron. La maldad a veces tiene límites, la incompetencia siempre es devastadora. Suelen causar mayores estragos los ineptos que los bribones. ¡Imagine usted a burócratas con ambas características! Serán muy caros y catastróficos los “ahorros” anunciados.