"¿Dónde estabais, dónde estabais en los malos tiempos?"
ensaba en la necesidad de implementar el homeoffice no un día como propone el Partido Verde, que de por sí lo suyo no es el sacrificio, ni siquiera dos, como ha sugerido Carlos Slim, que prácticamente es un líder proletario, sino hasta quedarte en casa como Homero Simpson y convertirte en candidato a la liposucción extrema, cuando me di cuenta de que estamos viviendo en una época dorada del pensamiento libre, fecundo y creador.
Hasta donde recuerdo, no se había vivido en México un periodo de crítica tan abierto, valiente y comprometido, con ceja levantada e índice acusador, en el que nuestros más lúcidos opinócratas de rancio abolengo se dan vuelo de una manera libre y valiente, al mismo tiempo valiente y sensible. Cualquier detalle relacionado con el próximo gobierno y la cuarta transformación se exalta y deconstruye, se examina minuciosamente con fino olfato periodístico y acidez de alto octanaje. Ni Kapuscinski.
Una maravilla; lo único que me gustaría saber es dónde estuvieron muchos de estos admirables personajes este sexenio, el pasado y el antepasado. O sea, al menos se hubieran dado una vuelta.
Digo, no es que hayamos vivido en este país algún régimen autoritario ni amenazante, por supuesto, aunque habrá mucho resentido social que quiera enumerar a los secretarios de Gobernación, que supuestamente mandaban mensajes cifrados y hasta amenazantes, o las recomendaciones de ciertos operadores políticos para no meterse en ciertos temas, o la mirada chereque y un poco destorlongada, diría mi madre, de no pocos funcionarios y políticos que se aguantaban las ganas de aplicar el 33 cuando te los encontrabas por casualidad. Puros inventos; ni modo que el gobierno se dedicara nada más a decirle a los críticos que no estuviera chingando la madre. Pura política ficción, puros mitos geniales, pura veldá histérica.
Seguro que todas esas cosas eran para convivir y no porque viviéramos en la paranoia que se describe en Un extraño
enemigo, la serie de Netflix producida por Televisa, que encabeza el maese Giménez Cacho en el papel de un mago en el arte del engaño y la creación de cortinas de humo: el alter ego de Gutiérrez Barrios, el epítome del salvaguarda de la patria y sus instituciones. Un México, el del 68, que ya no existe y se fue para no volver, quedando, aunque sea, algunos restos de humedad y Luis Echeverría para dar fe de que aún quedan polvos de aquellos lodos.
Como dicen los de La Unión: ¿Dónde estabais, dónde estabais en los malos tiempos?