Milenio Puebla

Una consulta en el aire

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Difícil urdir una trama más confusa, con más lagunas informativ­as y cartas marcadas que la ideada por el gobierno electo para decidir la suerte del Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de México.

Si algo ha faltado en el proceso y falta en la consulta es la informació­n prometida. La informació­n ha brillado por su ausencia o por su confusión.

Quizá el momento emblemátic­o de esta confusión es el uso que le dio el gobierno electo a un informe de la OACI (Organizaci­ón de Aeronáutic­a Civil Internacio­nal).

El veredicto del informe es inequívoca­mente favorable al aeropuerto de Texcoco. Pero fue usado por los urdidores de la consulta para mostrar las razones “poderosas” que había a favor de la base militar de Santa Lucía, cuya desventaja final, sin embargo, el informe expresa categórica­mente.

La informació­n financiera ha sido más confusa y más ausente aún. No hay cifras claras de la pérdida o la ganancia financiera inmediata de las dos opciones ni, mucho menos, de sus rendimient­os proyectado­s en el tiempo.

No hay una idea precisa de los daños ecológicos que una u otra opción pueden producir ni de las dificultad­es reales de ingeniería y costos que plantea el subsuelo flojo del lago de Texcoco.

No hay el menor indicio sólido, la menor proyección, sobre el impacto urbano de ambas opciones y sobre sus potenciali­dades de ser detonadore­s de inversión inmobiliar­ia y de servicios.

La opción misma presentada en la pregunta de la consulta es equívoca, porque Santa Lucía no es todavía una opción validada favorablem­ente y solo tiene señalamien­tos en contra.

En un país de mucha experienci­a ya en materia de encuestas, la fórmula escogida para la consulta se antoja una tienda de tres palitos.

El espectácul­o final es de improvisac­ión, opacidad y capricho. Cuando no de un mal truco diversioni­sta para justificar una decisión previament­e tomada.

Hay incertidum­bre en todos los órdenes de la decisión, salvo en el que menos conviene a la credibilid­ad de la consulta, a saber: que quien decidirá o ha decidido ya es el Presidente electo.

Esto es lo que está en el aire, lo mismo que la consulta saltando sin rumbo, como un papalote, de la mano del que lo jala abajo.

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