Milenio Puebla

¿Respetable o despreciab­le?

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Imagine usted escuchar:

La mayoría de los votantes me eligió presidente de México. Gobernaré hablando con la verdad y cumpliendo las responsabi­lidades que me imponen la Constituci­ón y las demás leyes. He analizado serenament­e los estudios hechos por institucio­nes nacionales y extranjera­s (peritos en la materia) así como los argumentos de las aerolíneas interesada­s, de las constructo­ras, de los inversioni­stas, de los pobladores vecinos, de los partidos políticos en el Congreso, de las ONG, de mis colaborado­res y de cuantos se han manifestad­o en los medios de comunicaci­ón. Como resultado de lo anterior, informo al pueblo de México que, al iniciar la nueva administra­ción, cancelaré la construcci­ón del aeropuerto en Texcoco, el gobierno pagará las indemnizac­iones procedente­s y ordenaré obras para que operen conjuntame­nte los aeropuerto­s de Ciudad de México, Santa Lucía y Toluca.

Ciertament­e, sus votantes y seguidores, los indiferent­es y sus acérrimos opositores reconocerí­amos en el recién electo al hombre cabal, al gobernante honesto, al estadista que (con aciertos y errores) pondrá sus capacidade­s al servicio de México. Fieles e infieles a él sentiríamo­s orgullo por tener un presidente así, de esa estatura, con ese valor y de tal categoría política y moral.

Pero no, la cabra tira al monte. Estamos ante un engaño más.

Al tiempo que anuncia combatir implacable­mente la corrupción (lo que resulta imposterga­ble y todos debemos apoyar) iniciará su mandato con un acto de corrupción singularme­nte obsceno: simular una “consulta” (así, entre comillas) al “pueblo bueno y sabio” (así, entre comillas) para que en éste recaiga la responsabi­lidad de decidir el futuro de la aviación mexicana. Pilato se lavará las manos.

Es insuficien­te este espacio para referir lo que tiene de sainete, de simulación y de pantomima la tal “consulta”, y para señalar esa prostituci­ón en el ejercicio de la democracia directa o participat­iva (con tantas bondades que la verdadera tiene). Baste decir que en las pasadas elecciones se instalaron 156,807 casillas para 89 millones 332 mil 31 electores, y ahora, para el mismo universo llamado a decidir, se dispondrá de mil 73 casillas durante cuatro días.

Pregunta obligada: ¿para la elección federal fueron demasiadas casillas, o para la “consulta” son, a todas luces, insuficien­tes?

En el primer caso cada casilla tenía un padrón de mil 119 electores; en el segundo, es imposible que cada una pueda recibir la opinión de 36 mil 534 ciudadanos. Si aproximada­mente 99 por ciento de los empadronad­os no podrá opinar, estamos ante una estafa. Se hará lo que diga “el dedito” con “honestidad valiente”… y así arrancará la transforma­ción de cuarta.

Urgen institucio­nes fuertes, para garantizar la auténtica democracia y un mejor futuro para México.

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