Milenio Puebla

El regreso de Lasvaginas y el adiós a Losmundos

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V oy saliendo de la penúltima función de Donde los mundos colapsan y sé bien que para cuando ustedes lean esto ya habrá terminado, con solo el colapso de mis emociones por no haberla visto antes, en el teatro López Tarso.

Pocas palabras le harían justicia al devastador, profundame­nte hermoso y, sin duda, poético trabajo que Adrián Vázquez, dramaturgo y director, logra una vez más (muchos nos enamoramos desde

Wences y Lala). ¿Qué les digo ahora? Ojalá regresen. Ojalá salgan de gira por todo el país, porque este es precisamen­te el tipo de teatro que puede tocarnos a todos los que queremos estar conectados a algo superior, catártico y esperanzad­or. Pero hay más. Donde los mundos colapsan termina su temporada cuando en México tenemos aún abiertas precisamen­te esas heridas, las del más reciente colapso. Y a pesar de que nuestros dos entrañable­s personajes no tienen ni la vida ni la conclusión de cuento de hadas, se vislumbra claramente, para quien lo quiera ver, una luz que se asoma desde las ruinas, que nos hace saber que lo más valioso de la vida no necesariam­ente se debe contar en tiempo, en años o en finales felices. Solo salir con eso, sé que me dio una nueva forma de comprender y sobrevivir (lo haga o no) a todo. Ya sean los colapsos externos o los internos (poéticamen­te capturados también por la escenograf­ía e iluminació­n de mi admirado Pepe Valdez). Gracias, Silvia Navarro, Osvaldo Benavides, Adrián, a todos los que hicieron esta obra precisamen­te por la mejor razón que me puedo imaginar para que exista el teatro: salir del teatro, aunque sea un poco, más completos, conmovidos y en mi caso puedo decir, lista para reconstrui­r tras los colapsos que nos han impactado tanto en estos tiempos. Gracias.

Lasvaginas han vuelto

Hoy regresan, esta vez al teatro Libanés,

Los monólogos de la vagina, cosa que ya nos había prometido su productor Morris Gilbert y que tristement­e es más necesario que nunca. ¿Por qué digo tristement­e? Pues ya pasaron más de dos décadas desde que Eve Ensler escribiera este texto, entrevista­ndo a mujeres de todo el mundo respecto a sus experienci­as, buenas y malas en cuanto a su relación con sus propias vaginas, y me temo que las malas solo han empeorado.

En los tiempos de #MeToo el número de mujeres asesinadas alrededor del mundo, en nuestro país, para ser específico­s, son aterradore­s. Hace unos días un aterrador asesino, aquí en México, declaró abiertamen­te que él mataba a las mujeres porque las odiaba. Nos odian. Nos matan. Y sí, los tiempos cambian, pero nunca ha sido más necesario que esta obra regrese y cumpla su misión. Sí es una obra con una clara misión y aunque duró casi década y media en la cartelera mexicana existe toda una generación que estaba naciendo cuando estuvimos ahí por primera vez en la Sala Chopin, con esta serie de anécdotas reales.

Quiero verla de nuevo. Viví tan de cerca esa puesta en escena, en distintos momentos de mi vida, de tantas formas diferentes, que necesito saber a qué huele, sabe y a qué se parece hoy en día. Saber si hemos cambiado tanto desde que la adaptamos para México que hoy requiere de otras palabras, otros de los monólogos que Eve ha seguido escribiend­o todos estos años. Mucha mierda a las nuevas actrices (y una de antaño) que le están entrando a esta historia. Mañana les cuento cómo se sintió... tantos años después.

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