Milenio Puebla

El día que las almas nos visitan

Pobladores tienen la creencia de que el 1 y 2 de noviembre Dios les da permiso a las almas para visitar a sus familiares vivos. Lo primero que hacen es limpiar la tumba y luego poner las velas, que les ayudan a llegar a sus muertos.

- ANDRÉS LOBATO

Entre veladoras, fogatas, flores, música, alimentos, bebidas y convivenci­a en las tumbas, pobladores de San Juan Ixcaquixtl­a velaron a sus muertos en el panteón municipal, una tradición que ninguno de los presentes recuerda cuándo y cómo inicio.

Entre velas, veladoras, fogatas, flores, música, alimentos, bebidas y convivenci­a en las tumbas, pobladores de San Juan Ixcaquixtl­a velaron a sus muertos en el panteón municipal. Una tradición que ninguno de los presentes recuerda cuándo y cómo inició.

En esta ocasión, ni la lluvia impidió que los pobladores de los barrios de Cuatro Rayas, Victoria, Ixtiopan, Rancho Chico y Barrio de Dolores, acudieran a velar a sus difuntos, pues se tiene la creencia de que el 1 y 2 de noviembre Dios les da permiso a las almas para visitar a sus familiares vivos.

“Ponemos las velas para que la luz les alumbre el camino y puedan venir a visitarnos. Les adornamos las tumbas con flores para mostrarles que los recordamos y rematamos con más velas para agradecer el reencuentr­o”, señala la señora María, quien asegura que desde pequeña su madre la traía a visitar a sus muertos. Actualment­e dice tener 78 años de edad.

La lluvia fue un factor que afectó considerab­lemente para que la tradición se cumpliera, como cada año, menciona Catalina Miranda Basilio, de 76 años de edad, quien detalla que lo primero que hacen los visitantes es limpiar la tumba y luego poner las velas, que les ayudan a llegar a sus muertos. “Después levantamos las velitas, tendemos la flor hasta que se apagan las velas. (Ahora) Nos agarró el agua, ya ni las recogieron. Se fueron”.

Ella como el resto de los entrevista­dos, desconoce desde cuándo siguen esta tradición. “Cuando ya vine a despertar ya estaba así, ya era así”.

Algunas familias llegaron desde las 18:00 horas al panteón y aseguraron se irían hasta después de las 6:00 horas del 2 de noviembre.

Pese a ello, las actividade­s iniciaron al caer la noche, cuando las familias arribaron paulatinam­ente al camposanto.

Así, el recinto paulatinam­ente se transformó en una combinació­n multicolor, en la que destacó el naranja del cempasúchi­l, flor caracterís­tica de la época.

Asimismo, en el contorno de los sepulcros se colocaron velas y veladoras, lo que les dio una mayor vistosidad.

Cabe destacar que a las cinco de la mañana se ofreció una misa en el camposanto.

Los dolientes, algunos de ellos radicados en estados circunveci­nos, como la Ciudad y el Estado de México, tienen un mismo sello: Todos citan visitar la fosa de su madre y abuelos.

“Vengo dos veces al año, el diez de mayo y en Todos Santos. Vengo a ver a mi mamá y a mi suegra”, cuenta Catalina Miranda, quien detalla es la menor de los cinco hijos que tuvo su progenitor­a, Doña Marcela.

“Murió de momento (...) nunca quiso que la lleváramos al médico”, añade.

Ella relata que desde niña su madre la llevaba a visitar las tumbas de sus abuelos.

Es la misma versión que narra Guillermo, quien destaca que las velas que encienden esa noche primero tuvieron que ser ofrecidas en la ofrenda.

“Cada vela va para una persona en específico. Desde los tatarabuel­os, bisabuelos, abuelos, tíos, sobrinos y demás”.

Presume que suma 22 años sin faltar a este memorial.

En tanto, su hermana, Rosalba, explica que año con año empie-

Las actividade­s iniciaron al caer la noche, cuando las familias arribaron paulatinam­ente al camposanto. El recinto se transformó en una combinació­n multicolor, en la que destacó el naranja.

zan a poner la ofrenda sus abuelos, quienes primero rezan y, posteriorm­ente, van depositand­o la comida. “El pan y lo que les gustaba. Luego la fruta y finalizamo­s con las velas o los cirios, uno para cada uno de nuestros seres queridos que ya se nos adelantaro­n”.

Precisa que esta tarea deben de concluirla antes de las 12:00 horas, “porque tenemos la creencia que al mediodía empiezan a llegar las almas de los Fieles Difuntos”.

Informa que para cubrir los gastos de la ofrenda cooperan todos los integrante­s de la familia y como su abuelo, Gonzalo Castillo, es productor de cempasúchi­l, él dona toda la flor que requieren.

Por su parte, José Concepción Calderón Victoria da a conocer que desde hace tres o cuatro años en el cementerio se empezaron a emplear las “flamas”, mismas que se realizan al verter agua en un depósito lleno de parafina hirviendo.

Agrega que esta práctica se generalizó primero para calentarse por el intenso frío que por la temporada se registra.

Por lo que respecta a la tradición de acudir al cementerio, apunta que recuerda que desde los seis años lo empezaron a llevar. “Ahora tengo cuarenta y les inculco a mis nietos lo que me enseñaron mis abuelos. Ellos me pedían que no me olvidara de ellos. ‘Pónme una vela y un pan. No nos olvides’”. Se pudo observar a algunas familias

pesos._ completas que acompañaba­n las tumbas, incluso algunos dormían en el piso y otros contrataba­n a un grupo de música banda, cuya tarifa por una canción se fijó en cien

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Gasto promedio por colocación de ofrendas por Día de Muertos, va de 200 a mil 500 pesos.
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