Prensa: todo en negativo y todos tan contentos
La prensa fifí está directamente en la mira de nuestro futuro presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, y lo menos que podemos esperar es que el hombre siga limitándose a sus expresiones burlonas de siempre —así fuere en su condición de jefe de Estado— y que no escale un peldaño más para arremeter, ahí sí de veras, contra los medios de comunicación. Después de todo, pudiere comenzar a presionar a los dueños de los diarios, a encarcelar periodistas o, de plano, a mandarlos matar, como sí ocurre en los países sojuzgados por regímenes totalitarios (y, por favor, a aquellos que respinguen airadamente para denunciar que en México han sido asesinados muchos informadores, les respondo que es algo atroz — en efecto— pero que no los ejecutó Enrique Peña).
Sin embargo —y más allá de la crítica dirigida habitualmente a los detentores del poder político—, algo se nos puede reprochar a los articulistas y a los reporteros en general: nos servimos, por decisión propia y por un sesgado interés profesional, de las malas noticias, y este enfoque machaconamente negativo de la realidad no sólo termina por ofrecer una visión distorsionada de las cosas sino que apuntala la propensión de nuestras sociedades a no reconocer lo bueno, a vivir en un permanente pesimismo y a exacerbar sus sentimientos de insatisfacción.
Los lectores, por su parte, no encuentran casi placer alguno a saber, por ejemplo, que vivimos en la época menos violenta de toda la historia de la humanidad o que, en estos días, un diez por cien de la población mundial sobrelleva la miseria extrema a diferencia de aquellos comienzos del s. XIX cuando eran nueve de cada diez habitantes del planeta los que se encontraban en la indigencia.
No sólo eso, sino que se encolerizan y acusan al escribidor de estar a sueldo del “sistema”.
Un desde luego, que es obligadamente perverso y cuyo primer propósito no sería asegurar progresos beneficiosos para la sociedad, así fuere de rebote, sino sojuzgar a los individuos y atender en exclusividad a los mercados. Esta prensa, la de la desesperanza por consigna, ¿no es la que tendría que cambiar?
Vivimos en la época menos violenta de toda la historia de la humanidad