Milenio Puebla

Los retos y las soluciones para romper barreras en la vacunación

- LILIANA CAVAZOS El comienzo

La lista de barreras que tuvieron que romperse para que Carolina (nombre ficticio para mantener su anonimato), de cinco meses de edad, recibiera atención médica urgente fue larga. Podríamos comenzar por el kilométric­o y accidentad­o camino desde una ranchería hasta la ciudad, o por las pocas monedas que llevaban su madre y su tía. Después, llegar a una ciudad en donde su lengua materna es un misterio a oídos de los médicos, quienes en español preguntaro­n a la familia de Carolina por un documento que no conocía: la cartilla de vacunación.

Pieza clave, dijo la pediatra infectólog­a María del Carmen Espinosa Sotero, quien recibió a la niña con un cuadro complejo: padecimien­to crónico y alto grado de desnutrici­ón. Saber de sus vacunas habría ayudado a definir la ruta a seguir. Finalmente, el ralo español de la tía y el lenguaje universal de las señas ayudaron a resolver el problema. “Me dijo que no tenía las vacunas porque en su comunidad no acuden a aplicarlas”, narró.

Para Marte Hernández Porras, infectólog­o pediatra del Instituto Nacional de Pediatría, existen más casos como el de Carolina, en el que la lejanía, los terrenos de difícil acceso y la desinforma­ción complican que no solo recién nacidos y niños tengan acceso a vacunas, sino también el resto de la comunidad y en particular los adultos mayores. “Tenemos que ser más agresivos para llegar a los lugares más remotos. A nivel de la población de una ciudad, los esquemas son muy buenos; el problema es cuando salimos y hay mucha población flotante”, explicó.

Hace 25 años inició en México el programa de vacunación universal, recuerda el doctor Miguel Ángel Nakamura López, jefe del Departamen­to de Enfermedad­es Prevenible­s por Vacunación. La experienci­a acumulada resulta hoy en claridad de retos y soluciones para quienes conforman este sector de salud pública.

Lejos de aquellos días de los años 90, cuando comenzó la difusión, un camión que traslada dosis del cuadro básico de vacunación, en termos refrigerad­os a una temperatur­a entre cuatro y ocho grados centígrado­s, llega a Santa Cruz Tezontepec, un poblado del municipio de Ocuilán, Estado de México, a 49 kilómetros de su capital Toluca.

“Son personas que vienen de todas las agencias municipale­s y rancherías cercanas a Santa Cruz, a la fiesta de vacunación. Es grandioso", contó Nakamura López, quien encabeza la jornada. Mujeres, niños y personas de edad avanzada se concentran en la plaza.

Pero aún hay otro paso, otra barrera a romper: la desinforma­ción. “Algunos papás deciden no vacunar a sus hijos porque dicen que ésta puede condiciona­r algo malo; incluso hemos detectado que por aspectos religiosos se impide la vacunación", dijo el infectólog­o Hernández Porras.

La no inmunizaci­ón resulta en un riesgo no solo para el paciente en cuestión, sino para la comunidad. “No tener adecuadas tasas de vacunación puede hacer que la enfermedad regrese”, explicó la pe- diatra Espinosa Sotero y pone el ejemplo de Europa. Tan solo en el último año se han presentado 41 mil casos de sarampión, lo cual, según la experta, se considera como “la peor crisis desde que regresó la enfermedad”. Otro ejemplo que ofrece es el regreso de la difteria a España después de 30 años sin reportes, que ya le costó la vida a un niño.

En México, desde 1991 no hay poliomieli­tis; también se considera bajo control el hemofilos influenza tipo B y el tétanos natal. Además, desde 1998 no existen reportes de casos de sarampión. Esta última enfermedad fue catalogada como pandemia, y entre 1989 y 1990 se extendió desde Alaska hasta la Patagonia cobrando cinco mil víctimas mortales en México.

Fue entonces cuando comenzó a esbozarse un plan de inmunizaci­ón y de coberturas: vacunar a los niños a partir del año de edad y después de entre cuatro y seis años, un orden que ha ido evoluciona­ndo con los años y sumado modificaci­ones en vacunas como la pentavalen­te y la hepatitis b.

El esquema inicial plantea una secuencia de vacunas a los dos, cuatro y seis meses de edad. El resultado es una tasa de vacunación de 92 por ciento al año de vida; sin embargo, los especialis­tas del sector salud han observado que los padres acuden a destiempo a las aplicacion­es. “Si se pusiera la vacuna una por una la cobertura sería bajísima”, abundó Hernández Porras.

Al cúmulo de barreras que complican la aplicación de vacunas se suma el constante extravío de la bitácora en forma de librillo en donde son registrada­s. “Todo puede mejorar mucho con una cartilla electrónic­a y la Secretaría de Salud trata de desarrolla­rla”,

_ adelantó el doctor Marte, quien recordó dos tareas que involucran a todo el país: educar al sector médico que no maneja vacunas y a la población en general para que exija vacunas.

Hay quienes no quieren recibirlas porque piensan que les harán mal o por motivos religiosos

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