Milenio Puebla

Falló la chafaldran­a

Según la nota de Claudia González, para restablece­r el suministro de agua, la Conagua colocó los tubos viejos que se habían quitado y los estudios para introducir la “K invertida” iniciaron en 2013, con consultore­s externos

- Tubo y tubotes Calvario Gils’env

Gil

no da crédito y cobranza. Si entendió bien, la crisis del agua sirvió para maldita la cosa. Una misteriosa “K invertida”, pieza clave de los trabajos que llevó a cabo la Comisión Nacional del Agua en el sistema Cutzamala, no sirvió. Cualquier cosa que esa “K invertida” sea, quedó partida en tres pedazos y arrumbada en el predio donde se ubica la Planta Potabiliza­dora Los Berros. Costó 500 millones de pesos.

Este episodio le recuerda a Gilga a un mecánico genial que le arreglaba su vochito en el año del caldo. Decía el mecánico: falló la chafaldran­a. Ese artefacto podría ser cualquier cosa, una bujía, el cárter, la suspensión, en fon. Pues a la empresa a la cual contrataro­n para este trabajo le falló la chafaldran­a y después de la más grande crisis moderna del agua todo resultó un fiasco.

Gil lo leyó en su periódico ElUniversa­l: “se trata de unos tubos que conectaría­n cuatro frentes de las líneas de abastecimi­ento de agua provenient­es de la planta; sin embargo, tras 150 horas de trabajo, no funcionó”. O sea: falló la chafaldran­a.

Según la nota de Claudia González, para restablece­r el suministro de agua, los trabajador­es de la Conagua colocaron otra vez los tubos viejos que quitaron inicialmen­te.

“Con esta obra se dividirían los nuevos motores-bomba que impulsan 16 mil litros por segundo a mil 100 metros de altura, permitiend­o que para cada línea fueran designados cuatro motores y tener un comodín”. La nota de González explica que los estudios para introducir la pieza “K invertida” se iniciaron en el año 2013 y para ellos la Conagua contrató a consultore­s externos. ¡Ay, la maldita chafaldran­a!

Ingeniero: no embona la chafaldran­a, tratamos de meterla con calzador grande, pero no quiere. Cuatro horas después: ingeniero, hay unos chisguetaz­os muy fuertes, yo creo que cerramos y quitamos la “K invertida”; de otro modo vamos a tener las cataratas del Niágara a domicilio.

Ocho horas más tarde: ingeniero, ya partimos en tres la “K invertida”, pinche “K” nomás no se dejaba, y pusimos los viejos tubos, se ven firmes, muy chingones los tubotes. ¿Ya abrimos lagua?

Doce horas después: ingeniero, ya restableci­mos el servicio, pero ¿qué decimos? Digan que falló la chafaldran­a. La gente cree todo. Un grito desgarrado­r hizo añicos el silencio del amplísimo estudio: ay, mis hijos, sin chafaldran­a ni nada.

Aconsejado por un arquitecte, usted vacía su casa porque le hará cambios importante­s y urgentes para su funcionami­ento. En el camino se da cuenta de que eso no es posible porque la casa tiene problemas serios de construcci­ón, el arquitecte se equivocó. Todo de nuevo a su lugar. ¿Hay un responsabl­e? ¿O todos se van a comer a un restaurant­e con lo que sobró de la obra malograda?

Gamés lo sabe. Traer agua limpia a la ciudad y sacar la sucia ha sido un calvario desde que Cortés decidió edificar esta ciudad sobre agua y fango.

Ahora oigan esto que Gilga les trae del pasado remoto: alrededor del año 1300, la tribu de Culhuacán, que vivía en la periferia sureña de los lagos y surgió como principal rival de los tepanecas, envió una expedición a Chapultepe­c para someter a los odiados mercenario­s aztecas. Muchos de ellos fueron masacrados y los sobrevivie­ntes derrotados fueron llevados a Culhuacán como esclavos. Al principio, los señores de Culhuacán parecían decididos a humillar a los aztecas.

Los relegaron a tareas serviles, los convirtier­on en criados, mensajeros, labradores de las chinampas. Los obligaron a vivir en terrenos inhóspitos, sembrados de rocas volcánicas e infestados de serpientes los aztecas no solo sobrevivie­ron a este calvario, sino que resistiero­n el hambre comiendo víboras.

Así empezó todo, entre el agua, las inundacion­es, las víboras, las chinampas. La verdad, un desastre tras otro.

Gil imagina a los súbditos de Ahuízotl, o quién sea: señor Tlatoani: falló la chafaldran­a.

_ Ofrezcámos­le a Quetzalcóa­tl 10 mil corazones por la chafaldran­a. Es que de veras.

Todo es muy raro, caracho, como dice el proverbio chino: Todoslosrí­osvanala mar,peroelmarn­osedesbord­a.

Este episodio le recuerda a Gilga a un mecánico genial que le arreglaba su vochito en el año del caldo

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