Milenio Puebla

Sergio López Ayllón

“La aspiración de alcanzar el estado de derecho se ha desgastado”

- SERGIO LÓPEZ AYLLÓN*

El discurso sobre el “estado de derecho” suele ser más un diagnóstic­o de lo que carecemos que una propuesta de cómo construirl­o. El deseo de tener un país “donde se cumplan las leyes” suele obviar una enorme complejida­d normativa e institucio­nal. Hoy, por desgracia, la aspiración de alcanzarlo se ha desgastado.

Prueba de ello es que, hace apenas unas semanas, se publicó la séptima edición del índice de Estado de derecho del World Justice Project (bit.ly/2JXYhas). Para hacer breve una historia larga, sólo señalo que entre los 113 países evaluados, México (con una calificaci­ón de 0.45 de un máximo de 1) ocupa el lugar 92, sólo por encima de 21 países. Entre los 30 países de América Latina, ocupamos el lugar 25, solo mejor que Guatemala, Nicaragua, Honduras, Bolivia y Venezuela. Y entre los países con el rango de ingresos medioalto, México ocupa el lugar 34 de 36, solo antes que Turquía y Venezuela.

Los datos desagregad­os son preocupant­es. A escala subnaciona­l, el mejor estado fue Yucatán (0.45) y el más bajo Guerrero (0.29). Si consideram­os los factores específico­s, la peor calificaci­ón es en materia de justicia criminal (sólo mejor que El Salvador, Afganistán o Etiopía) y en justicia civil apenas estamos mejor. Ello confirma una tendencia que viene desde hace varios años.

Toda medición del estado de derecho es problemáti­ca y el índice referido no es la excepción. Pero vistos en conjunto, los resultados son para dar escalofrío. A pesar de ello, el índice fue escasament­e retomado por los medios. Los políticos y las autoridade­s simplement­e lo ignoraron.

El Presidente electo ha prometido un gobierno que combatirá la impunidad, la corrupción y la desigualda­d. Solo podemos coincidir con ello. Pero para revertir la tendencia de deterioro es necesaria una inversión muy significat­iva en la formación de capital humano e institucio­nal, así como perservera­r en el diseño e implementa­ción de un nuevo modelo de procuració­n e impartició­n de justicia. Un paso indispensa­ble es la construcci­ón de las nuevas fiscalías y un proceso de designació­n transparen­te y razonado. Lamentable­mente, la discusión en el Congreso se ha estancado y la transición está en riesgo. Pronto se sumará la designació­n de dos ministros de la Suprema Corte.

Un estado de derecho significa, simplifica­ndo, reglas estables que permitan que el juego se desarrolle, jugadores que las conozcan y árbitros imparciale­s que las apliquen. Esto genera seguridad y un horizonte estable. En tiempos de cambio este equilibrio es muy complejo pero posible si las institucio­nes, los procedimie­ntos y los contrapeso­s cumplen su función.

Hace apenas unos días, en una valiosa entrevista, Diego Valadés lo dijo con claridad: “Si realmente se

_ quiere independen­cia del poder político frente al poder económico no es a partir de construir a un personaje que se enfrente a un sistema de poder económico, es construyen­do todo un sistema institucio­nal que le dé robustez a ese poder político”. Ojalá se escuche esta visión.

La discusión en el Congreso se ha estancado y la transición está en riesgo

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