La NFL brinda una lección de sencillez
La cancha es sagrada, es una frase que por vieja, como la mayoría de los sabios dichos, dejó se ser respetable, precisamente, porque la consideran vieja. No es extraño que algunos sectores del deporte menosprecien esa sabiduría que permite al espíritu deportivo mantenerse inmune ante el paso del
tiempo. Da la impresión que en esta época de grandes audiencias y contratos, se valora más la envoltura que el contenido. La forma de vender un producto es importante, pero nunca tan importante como el producto. La industria deportiva a veces olvida que su negocio lleva dentro lo más sencillo: una pelota, un grupo de jugadores y una cancha; la cancha, el origen de todo.
La NFL, la liga más poderosa y desarrollada en la historia del deporte mundial, ha dado una lección de sencillez: si no hay cancha, no hay negocio. El campo de juego es la tierra donde creció eso a lo que el mercado llama espectáculo. Respetarlo, quererlo y cuidarlo, con la devoción de un agricultor, es fundamental para que la cultura deportiva crezca. Si todo lo que forra al deporte no entiende que la cosas más sencillas, como abonar la tierra, regarla, permitir que el sol la bañe y la acaricie viento; no hay mucho que hacer. De detalles que hoy parecen invisibles como pintar las líneas, engrasar las botas,
inflar los balones, lavar las camisetas o doblar las calcetas, están hechos todos los equipos, no importa su tamaño. Sucede que esas cosas que damos por descontado, parecen irrelevantes por su sencillez.
Mitad porteño y mitad castizo, Alfredo Di Stéfano era un coleccionista de triunfos y dichos. Dicharachero como pocos, su sabiduría fue heredada a través de sus logros, bien documentados, pero también de sus palabras, que tienen ese tono de los abuelos que reparten con cariño, autoridad y conocimiento. Di Stéfano tenía una frase que resume con naturalidad el juego: “La pelota está hecha de cuero, el cuero viene de la vaca, la vaca come pasto, así _
que hay que echar la pelota al pasto...” La cancha del Estadio Azteca, un campo sagrado y querido en todo el mundo, está olvidada.
En los últimos meses fue descuidada hasta vivir el capítulo más triste de su historia: se volvió una tierra marginada.
El campo de juego es la tierra donde creció eso a lo que el mercado llama espectáculo