Esta es la fórmula de la final
El Cruz Azul fue superlíder del torneo. Un equipo regular y estable. Cuando tuvo algún tropezón se repuso casi de inmediato. Pero fue el mejor de un torneo que no otorga prácticamente nada al que termina primero.
Bueno, sí, la posibilidad de cerrar en su estadio, ante su gente, en una hipotética final en otro torneo, uno más chiquito y jugado de forma diferente, aunque es el que otorga el título de campeón.
Por supuesto que un equipo con todos esos méritos no puede ser descalificado de una forma simple cuando se trata de evaluar las posibilidades que tiene de ganar esa final… ese doble partido al que ya llegó además de forma meritoria.
Pero si se hace un análisis honesto del momento que presentan los dos finalistas, no hay argumentos para señalarlos como los favoritos. Sobre todo en una final que se dilucida a dos partidos.
Pero ya veremos. ¿Puede el Cruz Azul encontrar motivación que le permita mantener una actitud sublime durante 180 minutos? Sí, sí puede.
Tienen a dos excelentes motivadores al frente. Dos personajes que saben cómo se llega a un campeonato: Ricardo Peláez y Pedro Caixinha.
En la cancha tienen también a elementos que saben ganar campeonatos. Pablo Aguilar es uno de ellos. Otro que lo sabe es el argentino Iván Marcone. Y algunos más.
Antes de apelar a los imponderables del futbol, como las expulsiones o los autogoles (porque los errores arbitrales han disminuido con la aparición del VAR), el Cruz Azul debe apegarse a una estrategia apegada cien por ciento al estilo que dominan.
Si hay muchos goles en los dos partidos, el América es el que resultará campeón… Si, por el contrario, en los dos juegos hay pocas anotaciones, los cementeros son los que terminarán con el trofeo en sus vitrinas.
Esa es la fórmula de la final. Y a esos guiones tendrán que apegarse ambos entrenadores, buscar cómo llegar por ese camino al campeonato.
Un equipo con todos esos méritos no puede ser descalificado de una forma simple