El dinero como política pública
En México, desde hace décadas la política pública del gobierno ha sido el dinero. Cuenta la anécdota que Luis Echeverría siempre iba acompañado a sus giras por un asistente con un maletín lleno de billetes, repartidos a diestra y siniestra entre las multitudes. Después vino la administración de la abundancia, y, en tiempos más recientes, cuando los funcionarios gubernamentales se educaron en Estados Unidos, vinieron los conditional cash transfers: dinero a cambio del cumplimiento de ciertas condiciones por parte del beneficiario del programa.
En cualquier caso, la apuesta ha sido la misma: el dinero resuelve los problemas nacionales o, al menos, evita que se agraven. Tanto se creyó en este esquema que la Secretaría de Desarrollo Social, hoy de Bienestar, se dedicaba en gran parte a eso, a “bajar” recursos a quien más lo necesitara.
Pero el dinero no podía ni puede ser la única solución. A la par de estos intentos de política pública se debieron de haber construido instituciones que se encargaran de encontrar soluciones distintas.
Y en parte se hizo: si algo puede agradecérsele a los gobiernos de 1988 para acá es la creación de órganos independientes de medición. Medir y estudiar para entender qué problemas tiene el país y buscar cómo resolverlos.
Sin embargo, hoy retrocedemos en este aspecto. No solo por la reducción de estudios y mediciones con la cancelación de módulos y encuestas del Inegi, sino porque el dinero ha regresado como principal motor gubernamental, y su repartición se hace tal y como en el siglo pasado: sin evidencia o estudio alguno de sus efectos.
El caso más reciente es el planteado esta semana por el Presidente y su secretario de Hacienda, quienes decidieron eliminar el subsidio a estancias infantiles. Se podrá decir lo que se quiera sobre estas estancias, pero cumplían un servicio indispensable para quienes carecen de ayuda para el cuidado de sus hijos. Ahora, en lugar de estancias los padres recibirán… dinero.
Decía la presidenta de Morena en entrevista que a la gente pobre, cuando deja de ser pobre, “se le olvida quién la sacó” de ahí. Quizá sea por eso que hemos regresado a la época del dinero. Para que quien lo reciba se acuerde de quién se lo dio.
Las estancias infantiles cumplían un servicio indispensable