¡Quiero mi Cocoon!
Mi abuela nunca se quejó por cuidar a sus nietos, a pesar del volumen de chamacos y de la capacidad destructiva de mis primos y su tecleador de confianza. Ella nos dominaba con la mirada, por eso nunca le hizo falta un arsenal de chanclas para hacer justicia a la hora buena.
Siempre pensé que mi abuela hubiera merecido aunque fuera un pequeño estipendio por todas aquellas molestias que le profesábamos y que nuestros padres esquivaban con buena cintura. De hecho, lo puedo jurar sobre la Cartilla Moral y una copia de Cocoon y El chofer de la señorita Daisy, que he visto cómo los mejores abuelos de mi generación escapan de los nietos como de la artritis, o preferiría n manejar unas pipa s de Pemex antes de que sus hijos se los endilguen el fin de semana o los obliguen a llevarlos a todo el tour de force de juegos de futbol, clases de arpa, el Kumón, las lecciones de karate e inglés, y no necesariamente por falta de cariño, sino porque el encaje es bonito pero no tan ancho.
Y pienso, si estos atribulados padres, ávidos de un poquito de tranquilidad y sosiego, les ofrecieran a los abuelos algunas monedas para velar por sus nietos, estoy seguro de que aceptarían gustosos. Más ahora que casi tienes que ganar como David Penchyna para pagarle al doctor geriatra.
Señores padres de familia, eso sí, no se vayan comportar como los maquiladores de Matamoros, que todavía de que pagan sueldos de hambre, chillan por cualquier aumento al salario mínimo.
Sobre todo porque los abues pueden armarles un paro tipo la CNTE donde, pese a las negociaciones, se pueden hacer como el tío Lolo sobre los rieles donde deberían rodar las ruedas del ferrocarril.
Lo bueno de todo este escándalo desatado por el secretario Urzúa es que ha generado que se levanten en pie de guerra los panistas que tanto se han preocupado por el bienestar de los Centros de Desarrollo Infantil.
Esto, por supuesto, no pasaría si al señor licenciado don Peje no se le hubiera ocurrido desaparecer los recursos que se les daban a las guarderías infantiles. Digo, si los Cendis funcionaban a todo dar, aunque muchos de ellos fueran sometidos a las terapias de los huachicoleros de la estimulación temprana, pues los hubieran dejado como estaban, caray. ¡Quiero mi Cocoon!
He visto cómo los mejores abuelos de mi generación escapan de los nietos como de la artritis