Nocturno de la democracia mexicana
El motor del nuevo libro de Héctor Aguilar Camín es el pesimismo. Hecho de ensayos autónomos, Nocturno de la democracia mexicana cuenta sin embargo una historia que empieza en la Conquista, en el origen mismo de México, y termina en 2018 con AMLO, que está a un segundo de ser presidente. ¿Qué historia? La de un país que da dos pasos al frente y uno atrás; un país que, sí, es mejor en todos los aspectos sustanciales que el de hace 100 o 50 años, pero reacio a dar el salto que lo haga cabalmente desarrollado y democrático. Ese negarse tiene que ver con la pervivencia de nuestras malas costumbres, con el componente —el término es mío— reaccionario de nuestra idiosincrasia, es decir, esa tendencia a pulsar rewind y volver a vicios como el del Estado todoabarcante, el caudillo providencial, el sabotaje de las instituciones democráticas y el culto a la violencia perdedora, de Hidalgo a Villa o Zapata. Un negarse que tal vez tenga en el nuevo régimen su expresión más contundente, un nuevo régimen ante el que Héctor es conocidamente crítico.
El pesimismo es nuevo en la obra de Aguilar Camín, o al menos lo es el papel central que asume en este libro. No lo son, en cambio, las virtudes del autor, que, al margen del hilo conductor que vertebra a Nocturno, nos recuerdan lo buen ensayista que es. Porque hay en este libro una colección de ensayos magníficos, y ensayos en el sentido canónico del término: textos ornitorrinco que tienen parte de narración —del cuentista y novelista—, parte de historia-historia, parte de historia de las ideas y de las costumbres, y parte de crónica. Tampoco es nueva la desprovisión de romanticismo, de adicción a la nostalgia. A contrapelo de una época muerta de ganas de una nueva historia oficial anclada en referentes idealizados de un ayer que no existió —una historia, otra vez, reaccionaria—, Nocturno tiene, como mucho, nostalgia de otro presente. Es un libro progresista, en el mejor sentido del término. Un libro para acompañar a este sexenio.
“Hay en este libro una colección de ensayos en el sentido canónico del término”
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Conviene recordar el epígrafe que eligió Héctor: “Las leyes están escritas en arena, las costumbres en granito”. Clásico es el que no pierde vigencia, dicen. Bueno, conciudadanos: Platón nos habla.