Por si en las dudas aparecen verdades
Así como quien observa un pájaro emprender el vuelo, en ocasiones uno quisiera volverse igual de liviano, sin la pretensión de llegar a elevarse, porque volar es para las aves. Un novelista argumentaría que las intenciones por absurdas que parezcan tienen atisbos de verdad prosaica por la certidumbre que confiere imaginarlo.
Hay ejercicios útiles que, además de anular lo improbable, repelen las vulgaridades. Es difícil asimilar y mucho más hacer comprender el mecanismo tan extraordinariamente complejo que implica construir una narrativa. Por eso cuando críticos discuten acerca del “proceso de la creación artística”, el creador recibe el argumento con elevadas dosis de escepticismo. Divulgar una idea convincente requiere no solo de demagogia, sino de elegir el lugar donde exponerla.
Pocos son inconscientemente autores de obras difíciles como Joan Didion, quien no necesita inventarse historias, porque ha estado rodeada de verdades desde la primera publicación que hizo, Run, River (1963), años después merecería el Premio Nacional a la No Ficción en 2005 por The Year of Magical Thinking. ¿Qué resulta ambiguo cuando la palabra es una estrategia de supervivencia, un recurso que ningún hecho se disputa queriendo preservar sus rasgos? Por ejemplo, no hay diferencia entre lo que Slouching Towards Bethlehem cuenta y la manera como sucedió.
Joan Didion: el centro cederá, estrenado en Netflix, fue una propuesta de Griffin Dunne, actor en las películas Jo y Adictos al amor. Aparenta un melodrama basado en hechos reales aunque sea el drama de lo que sucede concretamente. La traducción literal del inglés al español puede considerarse engañosa: “the center will not hold” refiere a un sostener antes que a ceder. Encuentro dos motivos para recomendarlo bajo un esquema reduccionista: la protagonista aún vive y es cultura general. “Cuéntame la verdad, sí. Pero a ver cómo me la cuentas”, escribe Eloísa Otero; el mérito de Didion, que quizás para los desencantados parezca “exiguo”, radica precisamente en el estilo genuino de contar lo obvio.
La simplicidad del argumento quizá no contenta a personas “profundas”, puesto que Didion jamás desperdicia energías en teatralizar la ansiedad de los diversos infortunios que fundamentan su condición tanto de escritora como de mujer. De nuevo: el pathos de la modernidad también requiere prescindir de artificios innovadores que equivalen a preservarla. Otra manera de referirse a ella la encuentro en una frase del poeta Debrik Ankudovich: “a pesar de que te escupan, te pisen, te cuelguen, te nieguen; a pesar de que te ofrezcan al paso de los trenes, miénteles con la verdad”.
“El pathos de la modernidad requiere prescindir de artificios innovadores”