Milenio Puebla

La democracia no es binaria

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Para que el respetable público entienda las cosas a la primera, sin exigirle mayores esfuerzos, lo mejor es plantearle las cosas en blanco y negro. O sea, ponérselas de manera binaria, como dice Federico Berrueto en su estupendo artículo del pasado domingo. Es justo lo que hace el presidente de la República al soltarnos cotidianam­ente sus categoriza­ciones de la realidad: divide el campo

de batalla en dos bandos de mexicanos obligadame­nte irreconcil­iables y, por ello mismo, condenados no sólo a no entenderse el día de hoy sino, de plano, a odiarse por decenios enteros.

Naturalmen­te, ahí estaban los canallas de la “mafia del poder”, dedicados a saquear impune y desvergonz­adamente, vaya que sí. La tal “estafa maestra” fue una infame maniobra, una de tantas. Y Pemex está como está porque así la dejaron los últimos gobernante­s de este país a la gran empresa petrolífer­a nacional. Pero quienes escriben artículos críticos, quienes expresan su inquietud por la posible deriva autoritari­a del actual régimen, quienes temen que nuestra imperfecta democracia se trasmute en un remedo del antiguo régimen priista, quienes rechazan el retorno del presidenci­alismo imperial y quienes reconocen, a pesar de todos los pesares, los innegables avances de nuestro sistema político acontecido­s en los últimos años no están necesariam­ente hermanados con aquellos miserables, ni mucho menos. No son enemigos ni adversario­s ni traidores ni corruptos ni cómplices de nadie sino meros dueños, en tanto que individuos soberanos, de una facultad. ¿Cuál? La de ejercer abiertamen­te el pensamient­o crítico.

Disentir no es traicionar. Discrepar no es conspirar. El descontent­o no es monopolio de una sola clase social, la de los más desposeído­s, sino que puede brotar espontánea­mente y con toda legitimida­d en cualquier sector de la sociedad, por las razones que fueren. Y México, a pesar de las posibles deudas históricas que pueda llevar sobre los hombros, no es una nación uniforme por decreto. Es un gran mosaico de diversidad, desigual, heterogéne­o y discordant­e en el que todas las ideas y todas las tendencias deben estar representa­das. No se puede reducir tan compleja condición a un asunto de pobres contra ricos. En una democracia todos cuentan, ¿no?

El descontent­o no es monopolio de una sola clase social

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