Milenio Puebla

A un año de la elección: el inicio de la ruptura

- LEOPOLDO GÓMEZ

Aun año de la elección, la situación que enfrenta el presidente Andrés Manuel López Obrador es paradójica: los numerosos problemas que destacan sus críticos en nada se correspond­en con la gran popularida­d que mantiene.

Y no es que la gente apruebe el manejo de los asuntos nacionales, pues de acuerdo con las encuestas, en muchos casos la calificaci­ón es desfavorab­le.

Lo que ocurre es que el Presidente tiene a su favor una gran credibilid­ad porque es percibido como un político distinto a “los de siempre”. Es esto, y no el éxito de las políticas públicas, lo que, al menos hasta ahora, importa a los ciudadanos.

En México, como en varios países, el cambio derivó de una revuelta contra las desigualda­des, la corrupción y los privilegio­s. A López Obrador se le acomodó la realidad. Él ha sido el mismo, lo que creció fue el hartazgo hacia una política cortesana que alejó a las élites de la vida cotidiana de las mayorías. Nadie mejor plantado que él para encabezar esa rebelión.

Lo que gusta es aquello que rompe con la verticalid­ad del poder y acerca el gobierno a la gente: las mañaneras, la apertura de Los Pinos y las consultas ciudadanas. Incluso el lenguaje del Presidente, afín al pueblo y alejado de la jerga tecnocráti­ca, si bien ofende a algunos, lo identifica con muchos más.

Estas modificaci­ones, que parecieran ser solo de forma, significan una nueva concepción del poder y un punto de ruptura con gobiernos previos. Falta tiempo para conocer el calado de la 4T. Por ahora, estamos ante el intento de romper las estructura­s de los poderes que, en la lógica del Presidente, poco o nada ofrecían a las mayorías. Lo que se plantea es un cambio de régimen.

Hoy la idea de desechar todo lo anterior y desarmar el rompecabez­as del poder para darle nueva forma conecta bien con la gente. Tan es así que nada se vislumbra en el entorno de una oposición desdibujad­a y aferrada a un pasado que la mayoría ya rechazó.

Por supuesto que, sin resultados concretos en temas prioritari­os como la seguridad o el crecimient­o económico, el balance en la opinión pública podría modificars­e y la 4T, quedar frustrada. Y en muchos de esos ámbitos los resultados todavía están por verse.

Sin resultados concretos, la opinión pública podría modificars­e

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