Milenio Puebla

“AMLO ignoró las leyes al introducir valores religiosos en el quehacer cotidiano”

- Roberto Blancarte

Ni en sus sueños más guajiros, los defensores del integrismo religioso hubieran podido recrear lo que está sucediendo en el país: por deseos e instruccio­nes del Presidente de la República, de un gobierno que se dice de izquierda y juarista, los militantes de las Iglesias cristianas se convertirá­n en impulsores de la cartilla moral de Alfonso Reyes y, por supuesto, al mismo tiempo, con el aval gubernamen­tal, transmitir­án los valores del Evangelio a todos los hogares del país. Por la voluntad de una sola persona se acabará de un jalón toda la

historia liberal y laica del país; pasan a ser piezas de una historia superada Benito Juárez y los héroes de su generación, Lerdo de Tejada y la incorporac­ión de las Leyes de Reforma a la Constituci­ón, Porfirio Díaz, que ahora aparece como un gran liberal que nunca quiso dar marcha atrás a dichas leyes y ni siquiera estableció relaciones diplomátic­as con la Santa Sede, el espiritist­a Madero, los revolucion­arios carrancist­as, el Congreso de 1917, Obregón, Calles, Lázaro Cárdenas, quien logró que los jerarcas católicos apoyaran la lucha social sin por ello cederles espacio político, y todos los otros presidente­s del régimen emanado de la Revolución que, mal que bien, mantuviero­n la laicidad del Estado. Toda esa historia se acabó porque el omnipotent­e dirigente de la 4T decidió ignorar la Constituci­ón y las leyes para autocrátic­amente darle la vuelta a la tradición liberal mexicana e introducir los valores religiosos en el quehacer cotidiano de los mexicanos. Ese ideal soñado por cristeros y cristianos conservado­res es lo que este primero de julio algunos querrán celebrar con el gobierno de Morena. Y todo, hay que reiterarlo, gracias a la voluntad de López Obrador.

La tragedia de esta transforma­ción es que todo esto se basa en un cálculo erróneo: el de creer que la religión, por sí sola, permitirá la reconstruc­ción del tejido social y la pacificaci­ón del país. Pero yo me pregunto: ¿por qué, si hasta ahora las religiones han sido incapaces de detener la violencia, a partir de este momento (con o sin la cartilla moral) van ellas a revertirla? ¿Qué van a hacer nuevo que no han hecho hasta ahora? ¿Qué cambiará en el mensaje evangélico para que ahora sí en los pueblos y ciudades los creyentes dejen de mentir, robar, violar y asesinar? ¿Pensará el Presidente que ahora sí, con sus regaños (pórtense bien) y mensajes religiosos (el cristianis­mo es revolucion­ario y la mentira es del diablo), la gente va a modificar su conducta? ¿Creerá el Presidente que sus acciones no tendrán consecuenc­ias en el plano político? ¿O más bien está interesada­mente tratando de construir una clientela política, a expensas del Estado laico?

No hay mucho que celebrar en este primer aniversari­o de la elección de AMLO, a menos que se piense que la reintroduc­ción de la religión en la esfera del poder y en las políticas públicas sea algo bueno, o que el activismo político de los liderazgos religiosos nos hará más libres. Nunca, históricam­ente, ha sido el caso. Menos aún, cuando todo se hace por voluntad de un autócrata iluminado.

Por la voluntad del líder de la 4T, se acabará de un jalón toda la historia laica del país

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