“AMLO ignoró las leyes al introducir valores religiosos en el quehacer cotidiano”
Ni en sus sueños más guajiros, los defensores del integrismo religioso hubieran podido recrear lo que está sucediendo en el país: por deseos e instrucciones del Presidente de la República, de un gobierno que se dice de izquierda y juarista, los militantes de las Iglesias cristianas se convertirán en impulsores de la cartilla moral de Alfonso Reyes y, por supuesto, al mismo tiempo, con el aval gubernamental, transmitirán los valores del Evangelio a todos los hogares del país. Por la voluntad de una sola persona se acabará de un jalón toda la
historia liberal y laica del país; pasan a ser piezas de una historia superada Benito Juárez y los héroes de su generación, Lerdo de Tejada y la incorporación de las Leyes de Reforma a la Constitución, Porfirio Díaz, que ahora aparece como un gran liberal que nunca quiso dar marcha atrás a dichas leyes y ni siquiera estableció relaciones diplomáticas con la Santa Sede, el espiritista Madero, los revolucionarios carrancistas, el Congreso de 1917, Obregón, Calles, Lázaro Cárdenas, quien logró que los jerarcas católicos apoyaran la lucha social sin por ello cederles espacio político, y todos los otros presidentes del régimen emanado de la Revolución que, mal que bien, mantuvieron la laicidad del Estado. Toda esa historia se acabó porque el omnipotente dirigente de la 4T decidió ignorar la Constitución y las leyes para autocráticamente darle la vuelta a la tradición liberal mexicana e introducir los valores religiosos en el quehacer cotidiano de los mexicanos. Ese ideal soñado por cristeros y cristianos conservadores es lo que este primero de julio algunos querrán celebrar con el gobierno de Morena. Y todo, hay que reiterarlo, gracias a la voluntad de López Obrador.
La tragedia de esta transformación es que todo esto se basa en un cálculo erróneo: el de creer que la religión, por sí sola, permitirá la reconstrucción del tejido social y la pacificación del país. Pero yo me pregunto: ¿por qué, si hasta ahora las religiones han sido incapaces de detener la violencia, a partir de este momento (con o sin la cartilla moral) van ellas a revertirla? ¿Qué van a hacer nuevo que no han hecho hasta ahora? ¿Qué cambiará en el mensaje evangélico para que ahora sí en los pueblos y ciudades los creyentes dejen de mentir, robar, violar y asesinar? ¿Pensará el Presidente que ahora sí, con sus regaños (pórtense bien) y mensajes religiosos (el cristianismo es revolucionario y la mentira es del diablo), la gente va a modificar su conducta? ¿Creerá el Presidente que sus acciones no tendrán consecuencias en el plano político? ¿O más bien está interesadamente tratando de construir una clientela política, a expensas del Estado laico?
No hay mucho que celebrar en este primer aniversario de la elección de AMLO, a menos que se piense que la reintroducción de la religión en la esfera del poder y en las políticas públicas sea algo bueno, o que el activismo político de los liderazgos religiosos nos hará más libres. Nunca, históricamente, ha sido el caso. Menos aún, cuando todo se hace por voluntad de un autócrata iluminado.
Por la voluntad del líder de la 4T, se acabará de un jalón toda la historia laica del país