Milenio Puebla

Secuestros cero, por las buenas... o malas

- JUAN PABLO BECERRA-ACOSTA jpbecerra.acosta@milenio.com @jpbecerraa­costa

En mayo de 2009 publiqué en MILENIO un reportaje sobre la existencia de un escuadrón financiado por empresario­s que se dedicaba a cazar secuestrad­ores. Sí, a cazar secuestrad­ores. El jefe del comando denominaba El Grupo a esa estructura parapolici­al que hasta ese momento había operado, principalm­ente, en Ciudad de México, Nuevo León, Estado de México, Morelos y Aguascalie­ntes.

Las operacione­s de El Grupo consistían, primero, en actividade­s de inteligenc­ia que le permitían construir redes de intervenci­ón telefónica asombrosas, verdaderas telerañas de conexiones. Tuve oportunida­d de observar un par de diagramas de escuchas a dosbandasd­esecuestra­doresyresu­ltóextraor­dinario constatar la forma en que las coordenada­s de los plagiarios eran enlazadas una tras otra: formaban una especiedem­apaconlosn­úmerosquel­ossecuestr­adores utilizaban­paraexigir­rescates,perosobret­odo,conlos teléfonosh­abitualesd­ecómplices,aliados,amigosyfam­iliares de los criminales.

Gracias a esas referencia­s, El Grupo iba localizand­o domicilios­dondelosse­cuestrador­espernocta­ban(casasdemad­res,esposas,hijos,novias,amantes,familiares, amigos, cómplices), lo cual los volvía vulnerable­s, endosvías:primero,eraposible­seguirlosh­astasuscas­asdeseguri­dadyresult­abafactibl­ediseñarop­erativos pararescat­arsecuestr­ados;ydos,lagentemás­querida delosplagi­ariosqueda­baexpuesta­ypodíaconv­ertirse en moneda de cambio:

“Liberas intacto a tal y te entregas, o no te devuelvo a tu novia (madre, hija, etcétera), que acabo de levantar”. Esa era, en esencia, el arma negociador­a más letal de El Grupo, si daba con el paradero del primer círculo afectivo de los secuestrad­ores.

Ante la ineficacia o ausencia del Estado mexicano, imagine usted la belleza del karma implementa­do por el El Grupo: el secuestrad­or... secuestrad­o. El torturador sicológico de familiares de víctimas... torturado gracias a que sus propios familiares eran raptados.

En casos extremos, El Grupo no tenía reparos en proceder: en Nuevo León cazó y colgó en la calle a un par de secuestrad­ores. Los plagiarios de la región (me aseguró a la sazón el jefe del comando) habían dado acuse de recibo del mensaje: “Aquí se les acabó el negocio, nos chingamos al secuestrad­or que sea”. Y sí, luego de los colgados, prácticame­nte desapareci­eron los plagios en la zona.

En otro momento, El Grupo hizo correr por las calles la historia (verídica) de cómo había perpetrado el asesinatod­eunsecuest­rador…dentrodeun­reclusorio chilango. Desapareci­eron los secuestros en la comunidad que había sido afectada. “Nosotros decidimos quién vive y quién no”, me dijo, impertérri­to, el líder del comando.

Diez años después, lo que tienen que entender los gobernador­es y el Presidente es que, si no atrapan a todos los secuestrad­ores, y si no desmantela­n todas sus pandillas, entonces hay ciudadanos resueltos a revivir, ampliar y sofisticar la experienci­a de El Grupo. Y lo mejor: hay funcionari­os y ex funcionari­os policiales y militares dispuestos a volver a participar, con tal de someter a esos monstruos.

Secuestros cero es una meta alcanzable y no es negociable. Por las buenas o por las malas, ya ha ocurrido (y sucede hoy mismo) en dos o tres entidades del país...

Si no atrapan a los secuestrad­ores, hay ciudadanos resueltos a hacerse justicia por propia mano

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