La ley de adaptación (tecnológica) de las
México tiene un gran potencial en emprendimiento esperando ser liberado; los responsables del sector empresarial del país debemos dar un paso atrás, ver hacia adentro y robustecer en la medida de nuestras posibilidades el fomento a la innovación
México es el segundo país más emprendedor de América Latina. De acuerdo con el Reporte Global de Emprendedores Amway, la sociedad mexicana es un semillero de ideas que ha generado una nueva ola de innovación en diversos sectores. Desde movilidad, pasando por logística y llegando al sector Fintech, haciendo que las startups mexicanas cada vez alcancen mayor visibilidad, perfilándose como los próximos unicornios de la región.
A pesar de un panorama tan alentador, la realidad es que seguimos viendo porcentajes altos de deserción. Alrededor de 75%[1] de los emprendimientos no superan los primeros dos años de vida, dificultando que puedan llegar a tener un crecimiento significativo y competitivo en el mercado.
La etapa inicial de las startups es crucial. Es el momento preciso para consolidar su estrategia financiera y de adopción tecnológica que les permita mantenerse competitivas y que garantice su permanencia en el mercado.
Aquellas que logran superar esta etapa se caracterizan por tener un retorno anual mayor a 20% en los últimos tres años y crean 10 nuevos empleos como mínimo. Dichos casos de éxito han logrado pasar a la etapa de
scale-up, convirtiéndose en negocios rentables en el mediano y largo plazo. Y en un país en el que las pymes mexicanas aportan 52% del PIB y generan 72% del empleo[2], lograr que los emprendimientos lleguen a dicho nivel debería ser un tema prioritario en la agenda nacional y del sector empresarial.
El Internet de las Cosas, las redes sociales, el big data y la inteligencia artificial deben ser herramientas de soporte para las startups mexicanas, algunas de las cuales toman estas bases como diferenciador en el mercado, como lo han demostrado Clip, SkyAlert, Konfío o Econduce.
Ahora bien, para lograr que esta misma visión de innovación tecnológica y transformación digital permee a las startups que buscan encontrar su lugar en el mercado es imperativo que el ecosistema formado por gobierno, iniciativa privada y organizaciones de la sociedad civil trabajemos estrechamente para desarrollar un suelo fértil para estos nuevos jugadores. Y es que, aunque el flujo de recursos por parte del gobierno federal no se detendrá tras la desaparición del Instituto Nacional del Emprendedor, es responsabilidad de todos contribuir en este nuevo ecosistema con mayor solidez y certidumbre que nunca. En ese sentido, es necesario proponer e implementar políticas públicas que impulsen el espíritu de innovación al tiempo que ofrecen claridad del impacto social y económico que se generan. Esto sin dejar de lado las alianzas con el sector privado, el cual ha contribuido enormemente al desarrollo del país. Sobre esa línea, los incentivos fiscales y los fondos de inversión e incubadoras se han vuelto increíblemente populares, porque poco a poco han conectado al sector empresarial con el semillero de ideas que es México.
México tiene un gran potencial en emprendimiento esperando ser liberado, los desafíos son varios y requieren de propuestas que involucren diversas perspectivas. Los responsables del sector empresarial del país debemos dar un paso atrás, mirar hacia adentro y robustecer en la medida de nuestras posibilidades el fomento a la innovación. Sobre este camino, y con la tecnología como eje transversal, el panorama de emprendimiento mexicano se mantendrá competitivo y podrá ser un referente en la construcción de un tejido social y empresarial más fuerte.