La compañera ideal de un asesino
De acuerdo con una noticia dada a conocer por el canal de televisión KRQE News 13, la señora Cynthia (Cindy) Lee Hendy está emplazada para quedar en libertad el próximo 15 de julio. De ser así, Hendy, de 59 años, cumpliría 20 años de una condena de 36 que se le impuso en 2000 por una serie de asesinatos cometidos por ella y por su pareja de entonces: David Parker Ray.
Hendy enfrenta una opinión pública que se opone a dicha medida, pues aún está fresco en la memoria de la
gente el momento en que la mujer intentó deslindarse de las actividades clandestinas de David Parker Ray.
Sin embargo, durante los interrogatorios, Cynthia se contradijo en varias ocasiones hasta que finalmente confesó su participación en varios de los crímenes de Ray, entre ellos el de proporcionar mujeres a su consorte, así como colaborar activamente en actos de tortura e incluso en algunos de los homicidios.
El 22 de marzo de 1999, una mujer desnuda caminaba por una carretera de Nuevo México, Arizona. Traía un dogal alrededor del cuello y una cadena sujeta al arnés.
Cynthia Vigil intentó en varias ocasiones detener a los autos que transitaban para solicitar ayuda. Su esfuerzo fue infructuoso. Decidió irrumpir en una casa móvil en la que un matrimonio la ayudó llamando a la policía.
En estado de choque, sangrando de la cabeza, con moretones en los pezones, laceraciones múltiples en piernas y espalda, además de marcas de ataduras en las muñecas, Vigil señaló que fue secuestrada por un hombre llamado David y por su novia, también de nombre Cynthia, quienes le infligieron violaciones y torturas.
La información derivó en la detención de David Parker Ray y de su banda, integrada por Cynthia Lee Hendy, Glenda Ray (hija del sujeto) y Dennis Roy Yancy.
Al ingresar la policía a la propiedad de Parker Ray en Truth or Consequences, ciudad ubicada en el condado estadunidense de Sierra, Nuevo México, halló una habitación a la que el hombre denominaba “El Cuarto Sucio”, donde las mujeres eran torturadas.
Ganchos, pinzas, dildos, cadenas, tenazas, anzuelos, picanas, entre otras cosas, conformaban el instrumental del sujeto y su novia.
Las sorpresas no terminaban. Una casa remolque estacionada en la propiedad, a la que Parker Ray llamaba La Caja de Muñecas, era el laboratorio en el que el individuo satisfacía sus impulsos sádicos. Pocas mujeres salieron con vida de La Caja de Muñecas, un espacio insonorizado que, además de material de tortura, incluía un ataúd en el que Parker colocaba a sus víctimas para torturarlas física y emocionalmente.
Todos los episodios de brutalidad quedaron registrados en películas, aunque en los videos Parker Ray aparece con el rostro cubierto por una capucha.
Cuando David Parker Ray ingresó a la corte, el público vio a un tipo alto y delgado, de gran porte, cabello gris y bigote.
Nadie podía imaginar que ese individuo fuera, presuntamente, uno de los más grandes asesinos seriales de Estados Unidos y del que se especula, que además de las tres víctimas oficiales que se le atribuyen, mató a 60 mujeres más.
Sin embargo, el hombre encantador no pudo despejar interrogantes, pues tres años después de ser detenido murió de un ataque cardíaco luego de confesar sus delitos en un intento claro por deslindar de cualquier responsabilidad a su hija.