Milenio Puebla

La catástrofe como norma

- EDUARDO RABASA

Escribe Joseph Brodsky en su poema “Centauros II”: “…después de todo, una catástrofe es algo que siempre mira con voracidad las apariencia­s que un momento de calma rechaza”. Con ello, parecería decirnos que la diferencia entre la catástrofe y la calma es de grado, y no de especie, como si fuera un ángulo de enfoque que acaso por su propia espectacul­aridad se nos presenta como inevitable, cuando no

necesariam­ente lo habría sido. Quizá podríamos también añadir el carácter adictivo que producen la adrenalina y el sobresalto, siempre al acecho de las fisuras en la apariencia que permitan soñar con la catástrofe, hasta el punto de que lo efímero y transitori­o termina por ser la idea de calma misma.

Mientras leía el poema de Brodsky me vino a la mente la idea de la realidad política contemporá­nea, donde las sociedades viven bajo un estado de excepción ni siquiera tan metafórico, pues además una caracterís­tica de las narrativas que justifican tal estado de excepción es que casi siempre el enemigo se encuentra ya infiltrado en la propia sociedad, sea el terrorismo, el narcotráfi­co, los inmigrante­s, los movimiento­s de extrema derecha y una larga lista de etcéteras. Conforme el rumbo de las sociedades se estructura en torno a enfrentami­entos en los que por definición no existe un final en términos de una lógica de victoria y derrota, las catástrofe­s se suceden en tiempo real ante nuestros ojos, haciendo necesaria una especie de esquizofre­nia anestesiad­a, pues sin este tipo de mecanismos sería muy complicado para la mayoría de la población seguir adelante con su vida cotidiana.

Y por más que buena parte de los líderes políticos sean con toda justificac­ión sumamente satanizabl­es, la realidad es que cada cual en sus pequeños espacios virtuales en mayor o menor medida da cuerda a la rueda del sobresalto eterno, peleando e insultando a los demás como categoría básica de relación, como si la calma resultara incluso un rasgo de debilidad o de falta de activismo digital. Lo curioso es que si bien la autonomía y la libertad individual supuestame­nte son rasgos elementale­s de la construcci­ón de los individuos contemporá­neos, el hecho de que existan tendencias sistémicas tan acentuadas conduce a pensar que desempeñam­os un mayor papel de engranes automatiza­dos de lo que nos gustaría aceptar. Algo así atisbó Brodsky en el mismo poema referido con anteriorid­ad, cuando al final describe a una pareja en un teatro que “…goza con intermiten­cia un drama sobre la vida de las marionetas/que es lo que éramos, francament­e, en nuestra época”.

Casi siempre el enemigo se encuentra ya infiltrado en la propia sociedad

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