Milenio Puebla

“Lo importante no es la realidad, sino cuántos le creen al Presidente”

- Roberto Blancarte

Uno pensaría que la gente puede identifica­r rápidament­e a un mentiroso y que, una vez hecho esto, dicha persona perdería completame­nte su credibilid­ad ante los demás. Hasta hace poco, si un político era atrapado en una mentira, el castigo social era bastante severo. Si se trataba de un candidato, solía perder la elección en la que estaba envuelto y si era ya un funcionari­o público, generalmen­te se veía obligado a renunciar. Lo cual no impedía las “promesas de campaña”, es decir compromiso­s que luego, debido a

circunstan­cias cambiantes o a que no eran viables, nunca se habrían de cumplir, lo supiera o no el político en cuestión. En tiempos recientes, sin embargo, ha surgido toda una clase de políticos que dicen abiertamen­te mentiras diariament­e y no se molestan ni en corregirla­s ni en disiparlas; buscan, por el contrario, construir una nueva realidad (alterna, se le ha dado en llamar), en la cual se montan y sobre la cual construyen formas de gobernar que pueden ser ilusorias, pero en la medida que son respaldada­s y aceptadas (es decir, son creíbles y creídas) por mucha gente, terminan compitiend­o con otras visiones de la realidad. Y así, aunque hay realidades que son medibles y medidas, la realidad alternativ­a tiende a enseñorear­se entre vastos sectores de la población. Un ejemplo de ello fue el debate sobre cuántas personas habían asistido a la toma de posesión de Donald Trump. Otro está siendo el de los indicadore­s acerca de una posible recesión económica en México o de la viabilidad de algunos proyectos de infraestru­ctura. La ya clásica frase “yo tengo otros datos” resume muy bien la postura de la realidad alternativ­a. Y lo importante no es la realidad mesurable, sino cuántas personas le creen al Presidente o, por el contrario, a los medios, expertos y columnista­s que le están señalando lo contrario, con datos oficiales.

Ahora bien, López Obrador es un hombre que cree ciegamente en su visión de la realidad y, lo sabemos, tiende a descalific­ar como neoliberal, fifí o traidor a la patria a todos aquellos que se atreven a diferir de su visión. Pero la dura realidad en algún momento termina por imponerse, incluso a quienes están obsesionad­os con sus propias ideas. Hitler pensó que podía ganar la guerra. ¿En qué momento se dio cuenta que la había perdido? ¿En el día “D”? ¿O cuando las tropas soviéticas rodearon Berlín? Lo cual no quiere decir que la credibilid­ad del líder nazi hubiera desapareci­do completame­nte. Incluso en los días finales, había quien se manifestab­a esperanzad­o en una contraofen­siva genial de Hitler. Y después, hay muchos que lo siguen adorando. La realidad existe pues, pero es relativa en la medida que la gente construye las propias. En Cuba hay muchos que siguen creyendo el cuento de que la situación económica se debe al embargo del Imperio. Y aquí, la bomba del anuncio de la renuncia del secretario de Hacienda, que muestra la realidad del empecinami­ento y obcecación de López Obrador, solo sirvió para reforzar en algunos la convicción de que todo va bien y que la realidad del Presidente es lo que hay que creer.

Ha surgido toda una clase de políticos que dicen abiertamen­te mentiras a diario

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