Milenio Puebla

Jefe Diego. “Tequila, tinto español, puros y vida campirana”

El ex candidato presidenci­al (1994) no fue estudiante excepciona­l, sino de “buenos promedios”; disfruta llevarse pesado con sus amigos, no baila y tampoco es gourmet... le basta un plato con huevos, frijoles y chile

- JUAN PABLO BECERRA-ACOSTA

No fue un niño be rrinchudo ni tampoco iracundo. No tenía mucho espacio para serlo: tuvo 14 hermanos. No fue educado a palos, solo con los castigos “que eran menester”.

No fue estudiante excepciona­l, sino alumno de “buenos promedios”, salvo en inglés. No compraba tareas porque hubiera sido “autoengaño degradante”.

De adolescent­e no hacía bullying —dice—, aunque sí disfruta llevarse pesado con sus amigos: “Relaciones marcadas por las bromas, los motes y sobrenombr­es, lo que los rancheros llamamos carrilla; las cari

caturas, el albur en ciertas reuniones. ¿Algún límite? Nada sádico, todo según las personas, los hechos, los lugares y las circunstan­cias, sin llegar al escarnio. Los de piel delgadita, a los que todo les lastima, van indefensos por la vida.

No baila. Su pasatiempo es su hacienda, la vida campirana. Monta a caballo desde que su padre le enseñó. Fuma puros Davidoff, bebe tequila (“de preferenci­a Don Filemón”)y vino tinto español. No es ungourm et: le basta, como delicia, un plato con huevos, frijoles y chile picante, acompañado­s de tortillas, “todo de rancho”. La tele y las series no son lo suyo: solo ve“y algo que me recomiende­n”.

Diego Fernández de Cevallos, en su Lado B, responde parte del Cuestionar­io Maquiavelo sobre conceptos políticos que MILENIO ha aplicado —desde 2006— a aspirantes presidenci­ales:

Un político en el poder siempre tiene la razón: la tiene cuando la tiene y también cuando no la tiene…

Ese falso postulado surge de la soberbia de los poderosos y la abyección de los débiles.

Un político en el poder es un tiburón: avanza devorando todo…

Con frecuencia sí, pero es la depravació­n de la política y del poder.

Un político en el poder es vengativo...

Conozco a pocos políticos que en el poder no han sido vengativos, porque se saben grandes y realmente lo son.

Un político en el poder es mitómano, por razones de seguridad nacional: oculta informació­n, miente, cree sus mentiras y hace creer a los demás que éstas son verdad…

La seguridad nacional requiere de funcionari­os prudentes y reservados, no de mitómanos. Hay ocasiones en que la informació­n debe ser reservada. Nada justifica la mentira y el engaño.

Al final, un político en el poder hace lo que le viene en gana…

Cuando es un truhán, sí.

Un político debe ser impredecib­le…

Todo pillo necesita ser impredecib­le, el político honesto no.

Un gran político no confía en nadie y debe ser precavido al grado de la paranoia...

Debe ser precavido sin paranoias, confiar en sí mismo y en quienes le merezcan confianza.

Para el gran político tener enemigos es más razonable que tener amigos…

En la política hay aliados y adversario­s, no se justifican amigos y enemigos, y se debe ser honesto con unos y otros. No olvidemos que los aliados de hoy pueden ser adversario­s mañana, y viceversa.

Un presidente debe estar en guerra permanente: es su esencia…

No, debe estar en paz permanente y dispuesto para la guerra.

Un presidente puede y debe excederse en todo…

Sí puede, no debe.

Un buen político en el poder no tiene sentimient­os: los ha expulsado de él mismo para tener éxito…

Sin buenos sentimient­os no hay buen ser humano, ni buena política, hay atropello.

Un estadista no pide perdón, convence a los demás de que la culpa fue de alguien más…

En política lo que procede es reconocer errores y rectificar. Pedir perdón suele ser simulación para superar una crisis y sacar ventaja.

Un gran político ejerce el poder aunque estimule odios…

Un gran político cumple con su deber sin promover o estimular odios.

Hacer política es creer que cada decisión hace historia…

Esa es creencia de narcisista­s idiotas.

Un gran político convence a todos que la única antítesis válida es su propia tesis…

No. Eso no correspond­e a un gran político, sino a un gran tramposo.

Para un gran político cooptar a opositores es como jugar ajedrez…

Esa no es tarea de un gran político, sino de un gran sinvergüen­za.

El poder político es mejor afrodisiac­o que el dinero a montones…

Se dice que sí, aunque suelen ir juntos poder y dinero. Son dos caras de la misma moneda. El poderoso dispone de dinero y el adinerado dispone de poder.

El político sí debe hacer negocios…

El político debe distinguir su gestión de sus negocios particular­es, sin consentir conflictos de interés ni tráfico de influencia­s.

Engañar (vender humo) es un arte diabólico que da grandes réditos…

No sé si existe el diablo, pero sí sé que el engaño es un comportami­ento que degrada al engañador y mina las relaciones humanas.

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ESPECIAL La tele y las series no son lo suyo: solo ve noticiario­s “y algo que me recomiende­n”.
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¿Qué está leyendo? Porfirio Díaz (su vida y su tiempo), de Carlos Tello Díaz.

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