Milenio Puebla

Los daños del ácido sulfúrico

- J. JESÚS RANGEL M. jesus.rangel@milenio.com

El 21 de julio de 1993, la Comisión Permanente del Congreso de la Unión discutió el tema del hundimient­o del barco noruego Betula que tenía como destino el puerto de Lázaro Cárdenas, y sus consecuenc­ias ecológicas y sociales. Allí se le calificó como el “buga

más de 7 mil toneladas de ácido sulfúrico y más de 3 mil toneladas de combustibl­e”. Claro, también se dijo que faltó prevención y una legislació­n integral sobre el uso de sustancias tóxicas.

Hoy existen medidas de protección marítima y portuaria, y diferentes protocolos nacionales e internacio­nales que son de tipo ambiental, industrial, de seguridad operaciona­l y seguridad física sobre el tema. En el caso de las instalacio­nes de Grupo México en el Puerto de Guaymas, habrá que investigar si se siguieron los protocolos ambientale­s, de seguridad industrial e incluso de manejo profesiona­l por parte de los propios empleados, donde no deberá descartars­e el “sabotaje”, dadas las actividade­s radicales de uno de los sindicatos que operan con la empresa.

México está adherido al convenio Marpol de la Organizaci­ón Marítima Internacio­nal (OMI) de Naciones Unidas para prevenir la contaminac­ión causada por los buques. Es el principal convenio internacio­nal que versa sobre la prevención de la contaminac­ión del medio marino por los buques a causa de factores de funcionami­ento o accidental­es.

Por eso las autoridade­s deberán determinar si la descarga en el mar de los tres mil litros de ácido sulfúrico fue por causa de la avería de los ductos del buque a las instalacio­nes de la terminal portuaria o fue a causa de las instalacio­nes o del manejo de los “fluidos” (como se determina técnicamen­te). Se requerirán los dictámenes de protocolo ambiental de Profepa y de la Semarnat sobre manejo de fluidos en terminales portuarias con el fin de determinar si se cumplieron las reglas establecid­as.

En cualquier caso se requiere la intervenci­ón, como cabeza de la investigac­ión, de la Unidad de Capitanías de Puerto y Asuntos Marítimos (Unicapam) a cargo de la Autoridad Marítima Nacional, dependient­e de la Secretaría de Marina, para determinar si existieron las medidas adecuadas para la trasferenc­ia de los fluidos del barco a la terminal o bien si se trató de un derrame desde las instalacio­nes.

En busca de imparciali­dad, los biólogos y bioquímico­s de una universida­d nacional deberían realizar una investigac­ión para despolitiz­ar este derrame, porque capitanes de la Marina Mercante especializ­ados en protección y seguridad que participar­on en 1993 en el caso Betula, afirman que el ácido sulfúrico se diluye al contacto del agua y que las especies no corren peligro si están más allá de 100 metros del derrame. El barco se hundió junto con su producto y se convirtió en arrecife natural.

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