Milenio Puebla

Pedro —Perro— Aguayo

- JUAN GERARDO SAMPEDRO

Yo no sé cómo se las ingeniaba mi amigo Fritz Glockner para conseguir, lunes tras lunes, un privilegia­do lugar en la Arena Puebla. Ésa fue una época de aprendizaj­e compartido en el periodismo y en la escritura. Él lo hacía en la Revista Momento y yo en Cambio. Por alguna razón que no traigo ya a la memoria, fui además correspons­al para una revista deportiva de la Ciudad de México que se imprimía en plasta, tarea que cubrí hasta que concluyó el Campeonato Mundial México 86.

Vimos a infinidad de luchadores sobre el

ring. Entre ellos a Tamba y André, el Gigante. Y por supuesto a un icono como el Can de Notchistlá­n Pedro —Perro— Aguayo. Cierta vez, durante el trayecto de la Ciudad de México a Puebla, lo descubrí entre los pasajeros del ADO. Fue un otoño de 1983. Me le acerqué sin pensarlo mucho y le solicité una entrevista. Me preguntó, con cierto dejo de incredulid­ad, que en dónde diablos anotaría las respuestas porque, efectivame­nte, no tenía un bolígrafo ni una libreta para la ocasión. Entonces le dije que yo era capaz de retener muchos datos en mi cabeza y me golpeteé la frente echando como recurso el índice. Se río y luego se me quedó mirando muy serio. Aquella vez el Perro Aguayo se hacía acompañar por una caravana de luchadores. Estoy seguro no lo convencí del prodigio de mi memoria pero me respondió un “qué quieres saber” al tiempo de distraerse un poco checando un catálogo de ropa que venía de viajero silencioso al otro lado de su asiento. Yo me quedé en el pasillo, de pie. “Tengo pase de primera fila”, le dije confiado en que Fritz haría su tarea y le hablé de sus raíces.

“De eso no quiero hablar”, espetó seco levantando la palma, mostrando una infinidad de cadenas enrolladas en la muñeca de la misma mano que había arrancado máscaras a importante­s luchadores. Hablamos, no mucho, intercambi­amos un breve diálogo que nunca publiqué.

Se me ocurrió luego —en ese tiempo era aprendiz en el taller literario de la Casa de la Cultura— escribir un cuento cuyo personaje fuera el Perro Aguayo. El cuento lo incluí en el libro “Lo terrible ya ha pasado” y se llama “Perro y Villano en contra de nuevo”. Habla de la infidelida­d y la traición.

La última vez que vi al Perro Aguayo fue en una ceremonia, en el Teatro Calderón de su ciudad natal, en la cual recibió la medalla de personaje distinguid­o.

Hace poco el Perro Aguayo murió en Jalisco, triste: no logró superar la súbita partida de su hijo. Ha pasado el tiempo, ya no frecuento la arena de la 13 Oriente. Pienso volver a la reelectura y corrección de aquel cuento, ahí él es persona y personaje.

Hace poco el Perro Aguayo murió en Jalisco, triste: no logró superar la súbita partida de su hijo

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