Por una sociedad de derechos
Los derechos son una herramienta poderosa para transformar la realidad. Lo son porque su exigencia construye ciudadanos que reivindican sus libertades y garantías. Y porque su ejercicio no pasa por la intermediación de partidos políticos o autoridades.
Los derechos se concibieron originalmente como límites al poder. Se quería garantizar a las personas —que se suponían iguales— un ámbito de acción en libertad, que
les permitiera desplegar sus capacidades y con ello asegurar el bienestar general.
Pero la igualdad de las personas se reveló una hipótesis falsa. La marginación, la exclusión y la falta de capacidades son una condición que impide su goce efectivo. Por ello se construyeron los derechos sociales, para orientar la acción del Estado de manera tal que garantice a todos mínimos de bienestar. Así, los derechos a la educación, salud, vivienda y seguridad social, entre otros, constituyen la base de políticas públicas que van más allá de individuos.
Los derechos empoderan a las personas frente al poder. Cuando alguien reivindica un derecho deja de ser un súbdito, que recibe un beneficio otorgado discrecionalmente por el príncipe, para transformarse en un ciudadano, que exige algo que le corresponde.
Pero la vida de los derechos no transcurre pacíficamente. Todo lo contrario. Constituyen un campo de batalla por el uso de recursos escasos, por ganar espacios simbólicos de representación y valoración, por resolver tensiones entre el ejercicio de derechos que suelen entrar en conflicto o porque sus implicaciones tienen efectos de conjunto que resulta difícil conciliar. En un reciente libro (Voto en contra) el ministro en retiro José Ramón Cossío muestra los dilemas que deben enfrentar los jueces cuando deciden en materia de derechos.
La defensa de los derechos supone activar los procedimientos jurídicos que, con mayor o menor fortuna, se han diseñado para su defensa y protección. Las vías de defensa son muchas y de muy variada índole, pero están disponibles para quien esté dispuesto a usarlas. La organización de la sociedad Nosotrxs tiene en su página un buen inventario de ellas y una pedagogía para usarlas (bit. ly/2XT2xmm).
La defensa última de los derechos se da en los organismos especializados, en particular la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, así como en el Poder Judicial y la Suprema Corte de Justicia. Por ello, preocupa la evidente incomodidad del gobierno ante sus recomendaciones y decisiones. No olvidemos que estas instituciones están diseñadas para servir de contrapeso.
Una mejor sociedad democrática, con equidad, inclusión e igualdad, solo puede construirse si se cimienta en el ejercicio pleno de los derechos, que incluyen su exigencia y vigilancia.
Preocupa la incomodidad del gobierno ante recomendaciones de la Corte