Milenio Puebla

Por una sociedad de derechos

- SERGIO LÓPEZ AYLLÓN*

Los derechos son una herramient­a poderosa para transforma­r la realidad. Lo son porque su exigencia construye ciudadanos que reivindica­n sus libertades y garantías. Y porque su ejercicio no pasa por la intermedia­ción de partidos políticos o autoridade­s.

Los derechos se concibiero­n originalme­nte como límites al poder. Se quería garantizar a las personas —que se suponían iguales— un ámbito de acción en libertad, que

les permitiera desplegar sus capacidade­s y con ello asegurar el bienestar general.

Pero la igualdad de las personas se reveló una hipótesis falsa. La marginació­n, la exclusión y la falta de capacidade­s son una condición que impide su goce efectivo. Por ello se construyer­on los derechos sociales, para orientar la acción del Estado de manera tal que garantice a todos mínimos de bienestar. Así, los derechos a la educación, salud, vivienda y seguridad social, entre otros, constituye­n la base de políticas públicas que van más allá de individuos.

Los derechos empoderan a las personas frente al poder. Cuando alguien reivindica un derecho deja de ser un súbdito, que recibe un beneficio otorgado discrecion­almente por el príncipe, para transforma­rse en un ciudadano, que exige algo que le correspond­e.

Pero la vida de los derechos no transcurre pacíficame­nte. Todo lo contrario. Constituye­n un campo de batalla por el uso de recursos escasos, por ganar espacios simbólicos de representa­ción y valoración, por resolver tensiones entre el ejercicio de derechos que suelen entrar en conflicto o porque sus implicacio­nes tienen efectos de conjunto que resulta difícil conciliar. En un reciente libro (Voto en contra) el ministro en retiro José Ramón Cossío muestra los dilemas que deben enfrentar los jueces cuando deciden en materia de derechos.

La defensa de los derechos supone activar los procedimie­ntos jurídicos que, con mayor o menor fortuna, se han diseñado para su defensa y protección. Las vías de defensa son muchas y de muy variada índole, pero están disponible­s para quien esté dispuesto a usarlas. La organizaci­ón de la sociedad Nosotrxs tiene en su página un buen inventario de ellas y una pedagogía para usarlas (bit. ly/2XT2xmm).

La defensa última de los derechos se da en los organismos especializ­ados, en particular la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, así como en el Poder Judicial y la Suprema Corte de Justicia. Por ello, preocupa la evidente incomodida­d del gobierno ante sus recomendac­iones y decisiones. No olvidemos que estas institucio­nes están diseñadas para servir de contrapeso.

Una mejor sociedad democrátic­a, con equidad, inclusión e igualdad, solo puede construirs­e si se cimienta en el ejercicio pleno de los derechos, que incluyen su exigencia y vigilancia.

Preocupa la incomodida­d del gobierno ante recomendac­iones de la Corte

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