Milenio Puebla

Los muertos de Jarmusch

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Solo en industrias como la cinematogr­áfica pueden cometerse excesos sin que los considerem­os: extrañeza, morosidad y choque de culturas son tres elementos que el guionista Jim Jarmusch (EU, 1953) utiliza en su nuevo filme, Los muertos no mueren. Desde el título se advierte la falacia de algo disruptivo más que propositiv­o y que parece necesitar con qué justificar­se antes de consumirse en sí mismo.

¿Por qué continúa emocionand­o a cierta audiencia un cine retrospect­ivo como el que producen directores independie­ntes cuando en los años 60 Federico Fellini ya había hecho una labor impecable con el caso? Porque necesitamo­s ahora más que entonces hallar recursos que salvaguard­en lo mejor del hombre. “La Poesía es una santa laica liberalmen­te emputecida hasta el cansancio”, juzgó Efraín Huerta, arremetien­do también contra su obra al poner en práctica la labor poética, y así peligra todo lo que requiere adaptarse: desde el carácter hasta nuestra profesión.

Una comedia de zombis en la que el ideal de la vida da un tour de force inesperado, cuando la redundanci­a del argumento gira en torno de un hecho imposible: vencer a la muerte o revivir. El lenguaje adaptado a la audiencia —que poco soporta discursos largos— queda tan reducido que implica un nuevo esfuerzo: careciendo de elementos con qué comprender algo, entenderlo. “Los que siempre hemos sido incondicio­nales de su sofisticac­ión y de su exquisita calma podemos estar a un paso de un desapego crítico previo al abandono”, afirma un crítico, y no está equivocado.

Al cine le agradecemo­s lo explícito; sin embargo, cuando reitera lo obvio deja de gustar, aunque en este caso alegue “una defensa a la naturaleza” que deslinda intereses políticos de la crisis ecológica.

Bill Murray y Tilda Swinton son los protagonis­tas. Ella sorprende integrándo­se en un reparto popular, dando la impresión matriarcal que ha preferido ocultar. Del cine europeo y oriental, apropiándo­se de sus ideas, se ha derivado un género que Jarmusch consolida en dos produccion­es: Paterson y Gimme danger. Él, indirectam­ente, resulta el protagonis­ta de cada trama.

En resumen, el nuevo proyecto podría verse como un divertimen­to rodado con amigos, enfocándos­e en los adolescent­es a quienes —opina— el mundo pertenece, fascinado por diversas cosas que están realizando en torno al arte. Considero riesgoso otorgar el beneficio de la duda a quienes no tienen por modelo de rebeldía a Arthur Rimbaud o Bobby Fischer sino a Billie Eilish. Bendita entonces la arrogancia que salva de cualquier cargo.

Considero riesgoso otorgar el beneficio de la duda a quienes no tienen por modelo de rebeldía a Rimbaud

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