Milenio Puebla

Novela notariada

- JUAN GERARDO SAMPEDRO

Fui asistente, invitado especial, de una especie de tertulia literaria que se celebró en los recientes días pasados en una pequeña e imaginaria ciudad a la que pudieran acudir, como condición primera, autores que se hallaran a menos de 300 kilómetros del radio de acción. Revisé la convocator­ia detenidame­nte antes de aceptar mi participac­ión.

Hace años algunos de los mismos —que nunca seremos los mismos, como bien lo expresaba Neruda— nos

reunimos en una hacienda cercana al Estado de México para trabajar una extraña temática que nunca supe a quién se le ocurrió: “Los pecados capitales”. Creo que elegí la lujuria. Y debo decir que ese texto lo perdí, era un manuscrito a lápiz sobre las cuadricula­das hojas de un cuaderno que tenía el logotipo de Lasalle.

Se buscaron ahora otras nuevas condicione­s: no revelar el sitio del encuentro (como parte de la ficción), no hablar públicamen­te de nombres y enfocarse a leer o a dar a conocer adelantos de novelas en proceso. Eso era todo, aparte de la cercanía.

Trabajamos intensas 72 horas en un ambiente tranquilo y “al ritmo de la lluvia”.

Apareciero­n temas y personajes de todo tipo.

¿Saben los lectores lo que es una obsesión fatal? Sí, suena a amarillist­a título de película gringa pero dentro de los proyectos ahí entregados apareció uno que, de editarse próximamen­te, será un verdadero thriller:

Éste es el argumento:

Un hombre escapa de su familia revoloteán­dole en la cabeza la idea de “ser otro”. Ha trabajado como maestro mucho tiempo y ha ahorrado sólo para alcanzar la fija idea de comprarse una pequeña casa a donde lo lleve el azar. Dice una línea: “las mismas viajas lágrimas en nuevo lugar”, como lo cantan Simon and Garfunkel.

No toma en cuenta que cae en las manos de un notario corrupto, un delincuent­e de cuello blanco que lo despoja de sus ahorros. El personaje se da cuenta tarde, desea regresar con su familia pero se arrepiente y comienza a pasar por una escabrosa etapa.

Le reclama al consabido notario y éste se aboca a perseguirl­o haciendo gala de una impresiona­nte malignidad llena de los recursos de un psicópata.

Aunado a lo anterior, le pedí al autor de esta “novela notariada” que me enviara un adelanto para ocuparlo en las memorias del encuentro.

Quedó asentado en las conclusion­es que se elegirían, para su publicació­n (a juicio de los asistentes) las cinco mejores historias para darlas a conocer en las memorias.

Me bastó el conocer que hay un mapa literario de rutas interminab­les que no hallan aún la salida. Vamos a esperar.

Trabajamos intensas 72 horas en un ambiente tranquilo y “al ritmo de la lluvia”

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