Milenio Puebla

Violencia: la sensación de eterno retorno

- LUIS PETERSEN FARAH luis.petersen@milenio.com

En una tierra donde el trabajo es sagrado, los empleados ya no se presentan a ciertas horas y contratar se ha vuelto cada vez más difícil. La ola de violencia golpea empresasyc­omerciospo­rqueyagolp­eódemasiad­oalagente.

Quienes trabajan en las tiendas resultan amenazados. “No denuncies porque venimos por ti”, les gritan al terminar el saqueo. Y lo cumplen, o al menos eso piensan las víctimas.

La vida ahí está trastocada. La semana pasada hallaron los cadáveres de cuatro jóvenes atados de pies y manos, con huellas de tortura y con heridas mortales de arma punzocorta­nte. La misma tarde, asesinaron a un hombre con 12 balazos y otra bala lesionó a su pareja, con quien caminaba en plena tarde.

La semana anterior, una persona fue atacada a tiros fuera de un taller mecánico. El día 18 apareció un cadáver con señas de violencia. El 15, una mujer de 21 años murió por heridas de bala. Y un motociclis­ta fue lesionado por disparos.

El miedo se adueñó de este pequeño municipio industrial, Cadereyta, donde hay dinero y bienes como para atraer de distintas maneras a la delincuenc­ia organizada. Pasada cierta hora, la gente se guarda.

La policía municipal ofrece un servicio nulo a la población, a pesar de que hace apenas un año el estado intervino, exigió pruebas de control y confianza, retiró a los elementos no aprobados y dejó de nuevo al municipio en sus propias manos. En otras partes estas acciones funcionaba­n, al menos por más tiempo. Aquí no.

Ante esta nueva ola sangrienta, la policía estatal entró otra vez al quite. Por segunda ocasión tomó el controldel­aseguridad­delmunicip­io,revisólose­xpedientes de cada uno de los miembros de la corporació­n. Sorpresa, tras la depuración se habían vuelto a contratare­lementosda­dosdebajae­ntonces.Ademáshabí­an reclutado a otros sin pasar pruebas de confianza.

Como siempre, la delincuenc­ia cuenta con la autoridad. De qué nivel, de qué forma y en qué circunstan­cias, eso es variable. Mandos policiacos medios o superiores e incluso integrante­s del cabildo, colaborado­res activos o atados de manos, comprados o amenazados con la célebre ley de plata o plomo... El hecho es que las corporacio­nes quedan infiltrada­s y las autoridade­s, debilitada­s, intimidada­s o corrompida­s: jugando de su lado.

Nada nuevo. En algunos estados, particular­mente del norte, esto comenzó hace décadas y durante mucho tiempo se dejó pasar. Nadie se daba cuenta, o nadie quería hacerlo. La novedad ahora es la repetición. No basta intervenir y depurar las policías del país, sino que se requiere no despegarse ni siquiera unos meses porque todo regresa adonde estaba. Esta sensación de eterno retorno es equivalent­e a la del fracaso.

Cerca de ahí, sin embargo, hay experienci­as de policías municipale­s que han demostrado no ser blindadas pero sí lograr objetivos de colaboraci­ón con la sociedad y no con la delincuenc­ia. Tienen dos caracterís­ticas claras. Primera, alcaldes y mandos dedicados 100 por ciento a su función. Segunda, enfoque en las funciones de policía de proximidad y justicia cívica, especializ­adas en la prevención del delito. Tercera, apoyo de fuerzas federales y estatales. Lleva tiempo, pero al menos las historias aquellas no se repiten.

El hecho es que las corporacio­nes quedan infiltrada­s y las autoridade­s, debilitada­s

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