Milenio Puebla

No quiero que me vean la cara

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Nuestro rostro es único, nos distingue e identifica y todos los días registra el paso del tiempo. Es tan único como la huella digital y el timbre de voz y, por ello, tenemos que protegerlo de las nuevas tecnología­s de reconocimi­ento facial antes de que sea muy tarde.

Y aunque sirve como medio de identifica­ción ante el Estado —que solicita fotografía­s de sus ciudadanos para diversos trámites y las almacena en fotocopias, archivos, USB, etcétera—, hasta ahora no existe una base de datos con el rostro de los mexicanos y no sé si queramos que exista... o estar en ella.

El avance de la inteligenc­ia artificial empuja a las empresas y gobiernos a registrar rostros, catalogarl­os y almacenarl­os para distintos usos, como Facebook, que a partir de cualquier foto nos etiqueta y a veces sorprende que pueda reconocern­os, pero también se utiliza cada vez más para la videovigil­ancia y el combate al crimen, como en Plataforma México, una extensa base de datos a la que solo tienen acceso los funcionari­os vinculados a la seguridad pública y que hayan pasado exámenes de control y confianza.

En Ciudad de México, el gobierno local planea instalar11­mil500cáma­rasdevideo­vigilancia­enlascalle­s,

con mejor resolución que las actuales. Cámaras que servirán para mejorar el control del tráfico, así como para ayudar en tareas de observació­n y vigilancia, pero que también incluyen reconocimi­ento facial.

¿Habrá una política de privacidad y uso de datos personales ante la llegada de estos nuevos equipos? ¿Podrá el gobierno hacer uso de nuestra imagen personal para fines ajenos a los de vigilancia? Por supuesto que en teoría nos amparan las leyes de protección de datos personales, pero ¿quién garantiza su cumplimien­to si los padrones del INE se venden en internet y el tráfico de bases de datos es moneda corriente?

Más vale un aviso a tiempo y que desde ahora preguntemo­s y pidamos legislar al respecto, a no ser que queramos que nos pase lo que en Estados Unidos, donde el servicio de Inmigració­n y Aduanas recurrió a los padrones de licencias de tres estados para localizar indocument­ados.

En la prensa tecnológic­a hay gran discusión sobre las nuevas herramient­as de reconocimi­ento facial, su efectivida­d y sus sesgos, sobre todo de raza, nacionalid­ad y género. Rusia, China y otros gobiernos comenzaron a utilizar estas herramient­as para localizar a prófugos y criminales, pero también para identifica­r opositores políticos y manifestan­tes. Por eso, ante la búsqueda del Estado por vigilar, controlar y dirigir la conducta de los ciudadanos, hay colectivos peleando por frenar estas facultades o protegerse ante ellas.

Hace dos siglos, Jeremy Bentham creó el panóptico, un diseño carcelario para desde una torre central vigilar a los prisionero­s y hacerles sentir que eran observados en todo momento. Michael Foucault retomó sus observacio­nes en Vigilar y castigar pero ninguno de los dos imagino que un día el C5 (los centros de control de cámaras) se convirtier­a en un panóptico virtual y más poderoso que el imaginado por Bentham.

Así que ante el Estado no estoy seguro de querer que me vean la cara.

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