Milenio Puebla

Veintidós mil restos humanos y la verdad

- CARLOS PUIG @puigcarlos

Doscientos noventa y ocho cráneos. Veintidós mil restos humanos. Muchos de ellos tan quemados o en tal estado que es imposible obtener ADN.

Jacobo Dayán le ha llamado, con razón, el narcocemen­terio más grande de América Latina.

Está en Veracruz.

Y tras tres años ha concluido la exploració­n de ese lugar de muerte y horror.

Exploració­n que no llevó a cabo el Estado mexicano, no llevó a cabo gobierno alguno, no. El esfuerzo, la labor, la inteligenc­ia,el sufrimient­o, el dolor, todo eso lo ha cargado el colectivo de madres y familiares que se nombraron hace un tiempo ElSolecito.

Hay, de hecho, un par de lugares más en Veracruz donde, se sabe, hay también cuerpos, cráneos, restos. Si no se han explorado es porque las autoridade­s no pueden, no quieren, no les interesa.

La voluntad, el heroísmo, la capacidad de El Solecito da para lo que ya es demasiado.

Leí en estos días en alguna red social que a esas madres habría que levantarle­s un monumento.

Creo que lo rechaza rían, y harían bien. Porque esas madres lo que quieren es saber dónde quedaron sus hijos y sus esposos y sus familiares. Eso es lo que merecen y más: merecen saber quién, quiénes fueron los responsabl­es de tal atrocidad, de tal crimen de lesa humanidad.

El gobierno actual prometió en campaña, pero sobre todo en transición, que haría un esfuerzo verdadero para conocer la verdad. Dijo también, es verdad, que creía en el perdón, pero es imposible perdonar en abstracto, sin saber quiénes culpable.

Hoy aquella promesa ha quedado en el aire. El Solecito es buena muestra de ello.

El narcocemen­terio de Colinas de Santa Fé es solo uno de tantos en el país, ahí donde quedaron los cuerpos destrozado­s, torturados, de miles, sí, de miles de seres humanos que en los últimos 15 años fueron víctimas de la delincuenc­ia y la guerra contra ella.

Durante la transición­se habló de justicia transicion­al. De poner sobre la mesa mecanismos que permitiera­n reconstrui­r el horror, descubrir y nombrar los responsabl­esfueran quienes fueran, porque mal haríamos pensando que fueron solo los criminales del narco.H ay también autoridade­sde todos los niveles en ese espiral de violencia.

Talvez sea por eso que aquella promesa ha quedado olvida da.

Después de tres años ha concluido la exploració­n en Veracruz

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