Gael García Bernal
Chicuarotes es una película que no deja indiferente a nadie que la vea. Está por cumplir dos meses en cartelera, a pesar de no ser una de esas comedias impulsadas por la búsqueda de taquilla en el cine nacional. Al contrario: pudo ser un rotundo fracaso porque en México vende cualquier cosa menos la pobreza, tema central del filme dirigido por Gael García Bernal. No es una mala noticia...
Admiro la trayectoria de García Bernal porque creo que un buen actor es la selección rigurosa de lo que interpreta en el cine. Sin eso no hay consolidación de una profesión, de prestigio. Él ha sabido escoger los guiones —y los directores de primera—, que ha buscado. Desde su aparición en el año 2000, con Amores perros, le siguieron filmes emblemáticos como La mala educación, Diarios en motocicleta, Neruda, la muy conocida El crimen del padre Amaro, y No. Aunado a eso, apuesta además por ser director, con Déficit (2007), y ahora Chicuarotes (2018). Arriesgado, es.
Vi dos veces el filme y en ningún caso me pareció malo. Actuaciones vibrantes, convincentes, crueles y realistas. Música y atmósfera asfixiantes. Un círculo sin salida donde la ausencia de civismo arrastra a sus personajes a las peores consecuencias, ahí donde la ley es lo que menos importa. Importa el mecanismo de defensa para sobrevivir, o que te lleve la chingada, sin alternativa.
Es el mundo de esos a los que “la vieja mamona de Canal Once; esa, la que entrevista a puro jodido” —dice uno de los personajes, el más siniestro de todos, a mi parecer—, que no se toca la más mínima emoción para cometer un crimen. El filme es un guion a base de postales que se van uniendo unaaotra,hastallegaralcoroque es el pueblo, involucrado hasta el delirio en la venganza, sin saber a ciencia cierta la verdad de los hechos.
Titubeossobreelfilme,muchos.Poresomeatrevía preguntar en redes sociales a 25 participantes, su opinión de Chicuarotes: “Demasiada miseria para verla por gusto”, “cuenta muchas historias y no concluye ninguna”, “salí asqueada de tanta maldita y miserable miseria”,“buentratamientodelhorrorcotidiano,tanto, que hasta parece trivial”, “argumento bueno pero ejecución predecible”, “se trata de la realidad de muchos mexicanos”, “me quedé dormido… pero lo que vi, salí deprimido”, “pretenciosa y predecible”.
La opinión que más me impactó fue la de un oriundo del lugar: “Se olvida el contexto en que se grabó. Abusó de la necesidad de muchos paisanos. Lo hizo desde una visión privilegiada. Es ofensiva. Si la hubiera estrenado en donde filmó, lo linchan”. Yo me atreví a contestarle que casi lo mismo se dijo de Luis Buñuel con Los olvidados. Eso, sin comparar el filme de hace 70 años y el actual. Pienso que nos cuesta trabajo asumir que ha sido la ausencia de civismo la razón principal de tanta violencia en México.
Porque vaya que Chicuarotes es un filme violento: visual y verbal, homófobo y antifeminista, de odios interiorizados, donde la risa y las verdades a medias ocultan crímenes familiares, ahí donde los pueblos, con machete, se protegen unos a otros hasta que la mentira es una forma de verdad absoluta. La negación de mirarnos en un espejo.
Ojalá gané premios en el extranjero.
Nos cuesta asumir que ha sido la ausencia de civismo la razón principal de tanta violencia en México