Milenio Puebla

No abaratemos el sueño

- JOEL ORTEGA JUÁREZ joelortega­juarez@gmail.com

Es muy tentador caer en el morbo ante la decadencia del mundo de los políticos. La verdad es que la realidad supera a series como House of Cards, Game of Thrones, la película española El Reino y muchas otras.

Nuestra decadencia no canta mal las rancheras. El escándalo de Rosario Robles

es la punta del iceberg de una descomposi­ción generaliza­da en la casta que tiene el poder hace un siglo.

Por supuesto que los turbios negocios gestados desde los gobiernos priistas se llevan casi todas las medallas de oro, las de plata y las de bronce. Esa obscena manera de gobernar hizo estallar una verdadera rebelión electoral el 1 de julio de 2018.

El presidente López Obrador considera la corrupción como la causa de todas las desigualda­des, la pobreza y otros problemas sociales.

Con todas las complicaci­ones de su gestión, era lógico que se produjese un acto de gran impacto para demostrar su congruenci­a en el combate a la corrupción.

Los antiguos jefes como Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, socios, subordinad­os de Rosario Rob les están por todas partes. En los grupúsculo­s maoístas, muchos de ellos con altos puestos en el gobierno actual, en el PRD, en su réplica Morena y por supuesto en el PRI. Casi todos hoy se convirtier­on en sus implacable­s jueces. Los que la protegiero­n cuando el caso Ahumada. Entre ellos los hermanos Castro en Cuba donde estuvo protegido Ahumada y lo visitó Rosario.

Rosario Robles es indefendib­le en muchos sentidos. Que salgan del clóset sus protectore­s y beneficiar­ios es pedirle peras al olmo. Empezando por el mismo Presidente. Cada chango en su mecate.

Estamos ante una situación más que pretende colocar a la sociedad ante un falso dilema: se apoya y aplaude al régimen o se es cómplice de la gran estafa maestra.

Afortunada­mente se puede estar en la oposición al gobierno actual y al mismo tiempo combatir a los falsos redentores maoístas como Robles y otros que están ahora con Morena, además de los que se convirtier­on en altos funcionari­os de los gobiernos priistas, muchos de ellos hoy parte importante del equipo gobernante del presidente López Obrador.

Hacen falta un guionista, un director y un reparto de actrices y actores para realizar una serie o un film que nos haga la crónica de esta cleptocrac­ia . Algo que pudiese relatarnos la abnegada lucha de nuestros sagrados redentores.

Como el guion de esta serie realmente existente solo lo conoce quien tiene todos los otros datos no conocidos y el final puede ser lo más insólito, no desperdici­emos el tiempo en este nuevo capítulo de la obscena escenifica­ción del voraz combate en los corredores de Palacio.

Fuera de cámaras, de tinglados, de los castings eternos, los sets, la escenograf­ía, está una realidad exigiendo colocar la narrativa en los fenómenos cotidianos de una sociedad asediada por toda clase de violencia, explotació­n, desigualda­d, pobreza, manipulaci­ón y demagogia.

Caer en la trampa de confundir todas las maniobras de los poderosos —por espectacul­ares que sean— con las luchas que se requieren para cortar de raíz las causas de la decadencia nacional, puede llevarnos a un siniestro callejón sin salida.

Más ahora que nunca el desafío está en ir construyen­do una opción viable de transforma­ción de raíz. Nunca es tarde para empezar un nuevo comienzo.

No abaratemos el sueño.

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