El señorío de una rana y los ajolotes
Julio Cortázar relata en su cuento mayor “Axolotl” que veía con detenimiento a estos animalitos en un acuario parisiense, a grado tal que la cercanía incomodaba al guardia. “Los axolotl eran como testigos de algo, y a veces como horribles jueces. Me sentía innoble frente a ellos; había una pureza tan espantosa en esos ojos transparentes. Eran larvas, pero larva quiere decir máscara y también fantasma. Detrás de esas caras aztecas, inexpresivas y sin embargo de una crueldad implacable, ¿qué imagen esperaba su hora? Les temía.”
Ha venido a mi memoria ese relato ejemplar del argentino, al que vuelvo de vez en vez, leyendo en MILENIO una interesante nota de Fernanda Salinas sobre la fauna chilanga en la que figuran gusanos, moluscos, artrópodos, peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos, entre ellos algunas especies en peligro de extinción, pero una llamó en especial mi atención: rana de Tláloc.
La información atribuida a la Secretaría del Medio Ambiente precisa que este batracio vive en cuerpos de agua de Tlalpan, Xochimilco y Milpa Alta, donde comparte hábitat precisamente con ajolotes y salamadras que ayudan a
Cortázar escribió que espiaban “un tiempo de libertad en que el mundo había sido de los axolotl”
mantener controlada la población de insectos destinada, en caso contrario, a convertirse en plaga.
Este honroso nombre, la rana de Tláloc, ha recuperado de la memoria también otros con que los estudiosos del reino animal han bautizado a sus descubrimientos, como aquella imponente araña conocida comoGoliathdeMadagascar,30centímetros en su talla máxima de apetito voraz que llega a saciar con pájaros, o el fósil de reptil volador de Texas hallado en 1975 al que su descubridor llamó Quetzalcoatlus en honor a la Serpiente Emplumada azteca: doce metros de envergadura planeando durante el Cretácico.
Dice Cortázar, frente al acuario: “Sufrían, cada fibra de mi cuerpo alcanzaba ese sufrimiento amordazado, esa tortura rígida en el fondo del agua. Espiaban algo, un remoto señorío aniquilado, un tiempo de libertad en que el mundo había sido de los axolotl”. Y de Tláloc y de Quetzalcóatl.