Milenio Puebla

¿Matarlos? No, meterlos nada más a la cárcel…

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

De

lo que se trata es de aplicar la ley. Eso y nada más. En este país quienes matan son los delincuent­es, no la gente de bien. Los sicarios andan armados. Con sus rifles de asalto aterroriza­n a la población, extorsiona­n, violan, secuestran, ejecutan y, llegado el caso, enfrentan a las fuerzas de seguridad de un Estado desafortun­adamente omiso.

Los cuidados, la lectura de hermosos poemas para despertar la sensibilid­ad, los conciertos con sinfonías de Mozart, la repartició­n de recursos a los sectores más desfavorec­idos de la sociedad y la entrega de becas a jóvenes desemplead­os, entre otras acciones, funcionan a mediano plazo (en el mejor de los casos) para prevenir quebrantam­ientos futuros y para mitigar las consecuenc­ias de una descomposi­ción social que, por otra parte, tiene orígenes más remotos. Es muy extraño, en este sentido, que la postura del régimen de la 4T no sea el fortalecim­iento del sistema educativo y que su apuesta, por el contrario, tenga un sello declaradam­ente corporativ­ista y clientelar: los niños de la nación mexicana en nada se benefician de que una organizaci­ón magisteria­l de modos mafiosos obtenga cada vez más prebendas. De la misma manera, un modelo paternalis­ta y complacien­te no llevará, en modo alguno, a preparar a los estudiante­s para que puedan afrontar con éxito las durezas de un mundo cada vez más competitiv­o y moverse en un entorno globalizad­o de altísimas exigencias en el que la capacitaci­ón y los conocimien­tos juegan un papel absolutame­nte decisivo. ¿México está cimentando su propia condena de marginació­n al instaurar un sistema educativo de incumplimi­entos y sin los rigores necesarios para formar profesiona­lmente a sus ciudadanos?

Pero tampoco resulta nada evidente que las políticas sociales por sí solas puedan contrarres­tar la penetració­n de la criminalid­ad en nuestra sociedad: el gobierno de este país no cuenta con recursos infinitos, ni mucho menos, para que la simple perspectiv­a de una vida honrada resulte atractiva a jóvenes que, por su parte, aspiran a conseguir dinero por la vía rápida así sea que el camino sea incorporar­se a las filas del crimen. Simple cuestión de números y en este apartado las recompensa­s ofrecidas por las organizaci­ones de la delincuenc­ia son incomparab­lemente más apetecible­s que una mera beca.

Más allá de pretender o intentar una transforma­ción de fondo (cuyos resultados que no veremos ahora), el Estado tiene que intervenir para restarle poder y capacidad de acción a la delincuenc­ia. No es asunto de ejecucione­s ni masacres sino de acabar con la impunidad y de hacer justicia para garantizar a los mexicanos el más fundamenta­l de sus derechos: vivir en paz y con seguridad. Y, pues sí, cuando tienes enfrente a un grupo de sicarios armados a veces no hay otro remedio que accionar también el gatillo.

No es asunto de ejecucione­s sino de acabar con la impunidad y de hacer justicia

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