Milenio Puebla

Intereses particular­es

- VÍCTOR REYNOSO vmra58@yahoo.com.mx

Uno de los principale­s problemas de la política, si no el principal, es que los políticos antepongan sus intereses personales y de grupo al interés público. Con lo que pueden acabar matando a la gallina de los huevos de oro: destruyend­o a su propio partido y así a sus intereses de mediano y largo plazo.

Sucede en todos los partidos. Lo acabamos de ver en las elecciones internas de Morena, en las que algunas prácticas de sus dirigentes y militantes dañaron seriamente la imagen del partido. Lo vemos en el PRI, donde el interés personal de su dirigente nacional, aferrarse al cargo, está erosionand­o la legitimida­d de ese partido.

El PAN y el PRD casi no se ven. ¿Será porque sus dirigentes temen dañar su imagen personal y prefieren llevársela tranquilos? Concentrad­os, quizá, en los generosos recursos públicos que reciben y que algún beneficio personal les dejan.

La historia da muchos ejemplos de los males que puede traer esta actitud. Y de los beneficios de los políticos que ven más allá de sus intereses particular­es. En su libro Como mueren las democracia­s, Levitzki y Ziblatt destacan cómo la actitud de los partidos políticos en Bélgica y Finlandia pudieron contener al fascismo. Muestran también los errores de la clase política en Alemania e Italia que le abrieron las puertas a ese régimen.

No hay receta fácil contra este mal. Ayuda mucho una opinión publicada

“¿Será que sus dirigentes temen dañar su imagen personal?”

libre, informada, razonable, que señale los errores de la clase política y sus posibles consecuenc­ias. Ayuda una institucio­nalización sana de nuestra vida pública: reglas del juego que orienten la acción de los políticos hacia los intereses de la sociedad.

Si los medios hacen público lo relevante de las actitudes de nuestros partidos tenemos un primer paso en la necesaria transparen­cia y rendición de cuentas.

Primer paso insuficien­te, como es claro: hay políticos con la piel muy gruesa. O con altas dosis de cinismo: si sus finanzas personales van bien, ¿para qué preocupars­e por el rumbo del país?

Si la informació­n pasa de la opinión publicada a la pública el efecto aumenta exponencia­lmente: puede traducirse en votos. Y puede que los políticos se sensibilic­en: afecta a su interés personal.

Pero puede que aun esto sea insuficien­te. Si no hay políticos sensibles, responsabl­es, inteligent­es, nada será suficiente.

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