Milenio Puebla

Última llamada para el PRI

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Quienes vivimos los tiempos del antiguo partido hegemónico no hubiéramos nunca imaginado el trance por el que atraviesa el tricolor en estos días. Y no se trata, como pudiera pensarse, de que Ernesto Zedillo haya trasmitido civilizada­mente el poder a un conspicuo panista y de que fuera juzgado, por ello mismo, como un traidor por aquellos correligio­narios suyos regidos por el rústico precepto de “si no gano arrebato”. Una agrupación política puede ser una fuerza opositora sin mayores problemas y tener un gran peso. De hecho, luego del reinado del Partido Acción Nacional —dos sexenios enteros, ni más ni menos— el PRI volvió triunfante a la vida pública: conquistó gubernatur­as, municipios y la propia Presidenci­a de la República.

Pero, miren, fue justamente ahí donde comenzó la debacle. Enrique Peña y los suyos no se dieron cuenta, por lo que parece, de que no tenían que gobernar como habían acostumbra­do y tampoco advirtiero­n el enojo creciente de unos ciudadanos que terminaron abriéndole las puertas al más radical y obstinado de los opositores.

Hoy, el PRI no es un partido enterament­e marginal pero es un hecho irrebatibl­e que no puede ya ganar espacios políticos por su cuenta sino que necesita aliarse con las demás fuerzas de la oposición. Gobierna apenas en tres entidades federativa­s y acaba de perder

Es un hecho que no puede ya ganar espacios políticos por su cuenta

Hidalgo, otro más de sus antiguos bastiones, por no hablar de Oaxaca.

El gran desafío, sin embargo, todavía está por venir, más allá de los desastroso­s resultados obtenidos por un partido que, no lo olvidemos, llegó a monopoliza­r el poder durante décadas enteras: ganar las elecciones en el Estado de México en 2023.

Podríamos decir que el PRI se juega ahí su superviven­cia en tanto que es la comarca en la que ha edificado más sólidament­e su identidad. Se trata, además, del estado más poblado del territorio nacional y del segundo con mayor aportación al PIB después de la capital.

El oficialism­o ha ya lanzado a su candidata, la profesora Delfina Gómez, y el asunto ahora es ver si el PAN y el PRD se suman a los tricolores para designar a Alejandra del Moral —o a Ana Lilia Herrera— y conforman así un frente con posibilida­des o si sacan provecho de esta coyuntura para darle el golpe de gracia al PRI… y pierden las elecciones.

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