Última llamada para el PRI
Quienes vivimos los tiempos del antiguo partido hegemónico no hubiéramos nunca imaginado el trance por el que atraviesa el tricolor en estos días. Y no se trata, como pudiera pensarse, de que Ernesto Zedillo haya trasmitido civilizadamente el poder a un conspicuo panista y de que fuera juzgado, por ello mismo, como un traidor por aquellos correligionarios suyos regidos por el rústico precepto de “si no gano arrebato”. Una agrupación política puede ser una fuerza opositora sin mayores problemas y tener un gran peso. De hecho, luego del reinado del Partido Acción Nacional —dos sexenios enteros, ni más ni menos— el PRI volvió triunfante a la vida pública: conquistó gubernaturas, municipios y la propia Presidencia de la República.
Pero, miren, fue justamente ahí donde comenzó la debacle. Enrique Peña y los suyos no se dieron cuenta, por lo que parece, de que no tenían que gobernar como habían acostumbrado y tampoco advirtieron el enojo creciente de unos ciudadanos que terminaron abriéndole las puertas al más radical y obstinado de los opositores.
Hoy, el PRI no es un partido enteramente marginal pero es un hecho irrebatible que no puede ya ganar espacios políticos por su cuenta sino que necesita aliarse con las demás fuerzas de la oposición. Gobierna apenas en tres entidades federativas y acaba de perder
Es un hecho que no puede ya ganar espacios políticos por su cuenta
Hidalgo, otro más de sus antiguos bastiones, por no hablar de Oaxaca.
El gran desafío, sin embargo, todavía está por venir, más allá de los desastrosos resultados obtenidos por un partido que, no lo olvidemos, llegó a monopolizar el poder durante décadas enteras: ganar las elecciones en el Estado de México en 2023.
Podríamos decir que el PRI se juega ahí su supervivencia en tanto que es la comarca en la que ha edificado más sólidamente su identidad. Se trata, además, del estado más poblado del territorio nacional y del segundo con mayor aportación al PIB después de la capital.
El oficialismo ha ya lanzado a su candidata, la profesora Delfina Gómez, y el asunto ahora es ver si el PAN y el PRD se suman a los tricolores para designar a Alejandra del Moral —o a Ana Lilia Herrera— y conforman así un frente con posibilidades o si sacan provecho de esta coyuntura para darle el golpe de gracia al PRI… y pierden las elecciones.