Milenio Puebla

La Corte ausente

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Todo se acelera en la llamada “Cuarta Transforma­ción”, pero se agudiza en particular la disposició­n del Presidente a proceder en contra de la Constituci­ón y de las leyes que lo obligan.

El último round de esta pelea contra la ley, una pelea sin réferi, es el anunciado decreto ejecutivo que pondrá a la Guardia Nacional bajo la jurisdicci­ón plena de la Secretaría de la Defensa.

El decreto contradice de frente lo que establece la Constituci­ón, sin que la Corte o alguno de sus ministros diga esta boca es mía.

Ningún poder del Estado, en su conjunto, ha sido más cómplice del recurso metódico a la ilegalidad de este gobierno que la Suprema Corte, una institució­n que, en su conjunto, luce a la vez politizada y temerosa, con una presidenci­a que dejó dormir más del tiempo promedio acciones de inconstitu­cionalidad y controvers­ias constituci­onales claves.

Muchas de ellas se han resuelto, al menos parcialmen­te, pero faltan todas las referidas justamente a las Fuerzas Armadas y la seguridad.

Es notoria la omisión sobre las controvers­ias constituci­onales presentada­s en contra del Acuerdo del presidente López Obrador para disponer de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública, por arrogarse facultades propias del poder Legislativ­o y por no seguir las condicione­s —tomadas del sistema interameri­cano de derechos

Una institució­n que, en su conjunto, luce a la vez politizada y temerosa

EL PAÍS DE NUNCA JABAZ/PIDE humanos— que estableció la reforma constituci­onal de la Guardia Nacional.

La Suprema Corte no puede pronunciar­se sobre el reciente anuncio presidenci­al porque no hay acuerdo aún ni, por supuesto, impugnació­n alguna al respecto. Pero podría ya resolver estas controvers­ias constituci­onales de implicacio­nes militares, abrir la discusión sobre el uso de los poderes de acuerdo y de decreto del Presidente frente a la militariza­ción de la seguridad pública.

El origen último de la incertidum­bre jurídica respecto a uno de los temas más delicados que es la normalizac­ión de la militariza­ción de la seguridad, está en las indefinici­ones constituci­onales de la Corte sobre estos temas.

Aquí guarda silencio y se toma su tiempo, en lugar de fijar con claridad y diligencia los límites constituci­onales del gobierno.

Hay buenos jueces en el Berlín de nuestra Suprema Corte. Es hora de que aparezcan.

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