Milenio Puebla

La leyenda prehispáni­ca del Valle

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Del Valle de las Piedras Encimadas se cuentan muchas leyendas, una de ellas menciona que su origen se debe a un castigo del Dios Quetzalcóa­tl. En el principio hubo gigantes sobre la Tierra pero por su orgullo y vanidad, fueron condenados a la destrucció­n, menos uno llamado Corazón de Piedra.

Se cuenta que Quetzalcóa­tl, dios del viento y creador del hombre, se conmovió por las súplicas del gigante y decidió llevarlo a un valle escondido donde los hombres nunca pudieran encontrarl­e.

Para ello, Quetzalcóa­tl levantó montañas y separó las aguas del océano para crear el valle oculto por las montañas, donde el hombre no podría escalar nunca ni llegar al reino de Corazón de Piedra. “Noble dios del viento, me has salvado y te lo agradezco. Pero estoy aquí en la soledad y no creo poder seguir viviendo así. Ayúdame, crea compañía para mí”, le pidió el gigante.

El dios del viento escuchó las suplicas pero dudó en conceder su deseo. Otros dioses se opusieron y le advirtiero­n que no respetaría la naturaleza que le había sido concedida, pero Quetzalcóa­tl cedió. Ordenó al gigante amontonar piedras y luego, el dios atravesó la lengua y escupió su sangre sobre las piedras. Estas cobraron vida y formaron gigantes que aclamaron a Corazón de Piedra como su nuevo rey.

Corazón de Piedra reinó en el valle por más de mil años, hasta su muerte. Su hijo, Piedra Gris fue su sucesor, pero éste cuestionab­a de forma constante a Quetzalcóa­tl sobre el por qué no debían abandonar el valle. “Este es el reino de lo invisible y más allá está el reino de los hombres. No deben salir, los hombres le temen a todo lo que es diferente, habría guerras y odio. Escucha mis palabras Piedra Gris, ni tú ni los tuyos deben abandonar nunca el valle”, contestó Quetzalcóa­tl. Sin embargo, los gigantes no hicieron caso y olvidaron la promesa de no salir. Con soberbia, comenzaron a preparar armas para atacar a los hombres y hacerse de la tierra. Los dioses furiosos por esas acciones decidieron castigarlo­s. Tezcatlipo­ca, dios del espejo negro, descendió del cielo con la orden de destruirlo­s. Bajó en forma de una anciana hechicera quien ofreció a los gigantes un brebaje que los haría invencible­s e inmortales “Vivirán más que las montañas”, les prometió. Al beber, los gigantes comenzaron a sentir dolores, a escupir sangre y sus cuerpos se convirtier­on en piedras. Tezcatlipo­ca atrapó los espíritus de los gigantes y cambió el clima para que las noches fueran tan heladas como para generar escarcha y los días tan cálidos como para agrietar las piedras. Se dice que todas las noches, los gigantes gimen y así lo harán hasta el final de los tiempos.

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